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lunes, 6 de mayo de 2013

La Serpiente, El perro y el caldo de gallina



Autora: Sandra Olano
Alumna del curso de técnicas narrativas



Cinco capítulos para un velorio

Capítulo uno: La serpiente, el perro y el caldo de gallina


Ay curita, lo sabía, ni cielo ni infierno, solo una especie de reunión casual de personas, hemos conversado, que es lo que hacemos todo el tiempo, sino estamos sobre-azulados, que es como estar adormecidos, observando, escuchando o descansando.  Los interesantes o por  lo menos los verdaderamente pueden mantener conversación entretenida, sostienen su punto de vista, la discuten y aceptan que alguien podría tener la razón menos el otro expositor. Un día  los vi, discutiendo, el  gran Tezn-chi y el mago Waly E. London sobre la inexistencia del dolor  y cómo la  atemporalidad hace insoportable y  aburrida la estancia o permanencia de nuestros gases en este hueco luminoso, el mago sostenía que regresaban al mismo punto una y otra vez a lo que el otro, riéndose, respondía que no sabía de dónde sacaba eso, pero en todo caso de tanto regresar al mismo punto la cosa se había vuelto redundante. A Waly le dio un ataque de claustrofobia y la conversación se terminó.
El carro se detuvo frente a la funeraria finitud, salió una mujer mediana, vestida de negro y con un manto que cubría su cabeza, también negro, la mañana era fría y después de dar unos pasos ella se detuvo frente a la puerta, sus manos ocultas hasta el momento fueron expuestas para empujar la puerta de vaivén, pero al contacto con el metal frío, temblaron.
Cuando Jessica y Sebastián salieron del hospital era jueves, ninguno de los dos podía asegurar qué día era, hasta que en el puesto de periódicos revisaron la fecha y los últimos eventos, la muerte del comandante Matos, no era un evento que saldría en primera plana, los dos se sintieron aliviados, Jessica detestaba cómo los periodistas abordaban las muertes, accidentes, crímenes, todo era exposición y sobre exposición.  Los dos salieron caminando en silencio, solo ellos sabían sobre el deceso, tendrían que avisar a la familia, prefirieron tomarse algo caliente, las horas pasadas no habían ingerido alimento y su mamá siempre decía que no se puede pensar con el estómago vacío, tenían que buscar una funeraria y otras muchas cosas que hacer.  El desgano era un impedimento.
La calle estaba todavía oscura, solo se veían algunas personas caminando, carros que hacían de taxis y en la esquina un hombre de mandil blanco con puesto humeante. Sebastián conocía un lugar cercano  donde podrían comer algo que los reponga.  
-          Es un alivio- Jessica caminaba mirando dos cuadras hacia adelante, un punto amarillo que se movía- el problema va a ser mamá, no sé si va a reír o llorar.
-          Probablemente las dos cosas- Sebastián era el mayor de los hermanos, por lo tanto conocía más tiempo a su mamá.
-          Prefiero eso a su silencio- Jessica miró  a Sebastián y sus ojos se encontraron,  los ojos de él estaban reventados, Jessica los mantenía semi-cerrados por un falla de origen, era achinada, lo que contrastaba con sus ojos cuando estaba sorprendida, llegaban a ser más grandes que los de la mayoría.
Dentro del restaurante las mesas seguían sin ordenar, las sillas dispuestas sobre las mesas y un mesero demasiado  alto  y delgado tomó la orden, dos caldos de gallina. La única mesa apta era la que estaba cerca a la puerta, al costado una gran ventana dejaba ver hacia afuera toda la calle, El mesero escuchó el pedido y fue hacia la cocina, diez minutos después regresó con los dos platos hondos, cada uno con un cuchara sopera, uno en cada mano con destreza. La impresión que daba era la de un hombre que al hombro lleva un palo sosteniendo en los dos extremos un balde lleno de agua, luego a Jessica le pareció que más se parecía a figura dela justicia, la balanza.
El día aclaró, la disposición de los cuerpos se había relajado, la sopa ya estaba por la mitad. Sebastián fue el que habló  primero después de veinte minutos en los que cada uno se había dedicado a saborear su plato.
-          Tal vez no debimos ocultárselo
-          Tal vez, pero no sabíamos lo que iba a suceder, ni siquiera hasta hoy supimos lo que realmente sucedía- Jessica lo miraba fijamente, su plato estaba vacío frente a ella y ella con sus brazos cruzados, los dos codos apoyados en la mesa. 
-          Ayer pensé que las cosas se pondrían feas- el rostro de Sebastián envejeció, su mirada se hizo más densa y Jessica comprendió que el perro se había vuelto viejo, Sebastián sería la cabeza del hogar y eso no sería nada grato, por momentos, no para él. 
-          Lo manejaste bien, a mí ni siquiera se me hubiera ocurrido, cuando llamaron a tu celular y vi el nombre, pensé nos jodimos y luego esa forma  excelente para el rostro, pensé mi hermano es maricón, pero de eso me di cuenta hace tanto.
-          Cállate, la abuela necesitaba hablar, cree que estamos molestos con ella y que su hijo ha desaparecido, que en parte es verdad.
-          ¿Molestos? Y por qué habríamos- los ojos de Jessica se habían agrandado y esto intimidaba a Sebastián.
-          Si la abuela no fuera tan buena no sería tan difícil darle la noticia
-          Calla idiota- en la voz de Jessica siempre había un poco de desprecio aún fuera en broma.
-          Me va a pesar, probablemente la abuela no me hable por un buen tiempo.
-          Seguro a ninguno, ya veremos.
Un señor vestido de negro pasó delante de la ventana, Jessica lo miró y sonrió, Sebastián también.
Sebastián admiraba a su hermana, porque era fuerte, sin ella no sabría cómo hacer las cosas, él era la cabeza de la familia, pero sin Jessica las cosas no avanzarían para ningún lado. Era rápida, ligera, sutil. Él la amaba por eso.   
Hay una ligera diferencia, entre la belleza y la fealdad, pero no puedo distinguirla, Jessica tiene en el rostro la huella de las dos. Es una mescla que no logra diluirse y hacerse una sola, es como si dos gases se respetaran y convivieran en un mismo espacio. El columpio sigue meciéndose, pero no hay viento que lo impulse en ese prado, Lorena es una niña hermosa, maldito nunca la habías visto tan hermosa y ahora que está lejos no puedes abrazarla, se puede sentir pesar, pero no puedes arrepentirte aquí, vamos a ver cuánto dura el teatro, por lo que están pensando, dudo que mucho. Camino calato y nadie me ve.
Capitulo dos: El velorio o rebelión en la casa
-          Has visto su rostro parece que estuviera dormido, apenas me acerque lo vi, parecía papá cuando murió, me dieron ganas de romper la luna y besarlo- Tía Laura  o cocodrilo llorón, era de la familia, la más extravagante, siempre llevaba algún pendiente de flor en el pecho de su blusa, pasaba por exótica. La flor en el pecho siempre era igual a la que llevaba en el cabello, en esta ocasión eran dos lotos negros idénticos, de plástico, pero de un realismo y exquisitez maravillosa, la palidez de su piel contrastaba con el color de su cabello, negrísimo. Un vestido recto totalmente negro le cubría el pecho, dejando desnudo su cuello largo, hasta las pantorrillas, era un modelo simple de corte recto, pero en  su cuerpo lucía elegante. Todos concordaron que si no fuera este un velorio la hubieran invitado un café o una copa de vino, don Víctor soltó un  piropo y tía Laura enrojeció. era la hermana menor de los cinco hijos de doña Julia.
-          A quién se le ocurrió  poner una luna- Victoria, sobrina del comandante  Matos, dejaba ver sus pechos bajos una transparencia marrón,  sus labios gesticulaban cada palabra y la voz que salía era medio ronca.  Su mirada la dirigió a Jessica, quién al darse cuenta de que la pregunta era para ella trato de pensar un respuesta educada. 
-          Lo decidimos entre los tres, al comienzo Sebastián se rehusaba, pero mi explicación debió bastarle, sin la luna todas esas putas lo hubieran besado y babeado. Mamá las invitó, siempre ha sido una mujer débil- Serpiente miraba a Victoria desafiante con lo que don Víctor llamaba, mirada de asesino, hurgando, entrando por los ojos y clavando el alfiler en medio del cerebro.
La pieza era amplia. La puerta daba directo a la calle, pero ya que esta daba a la parte trasera de todo el local y con una puerta independiente, Jessica se aseguró que el ruido de los carros, la gente transitando no se filtrará, todo era reservado. La pieza estaba iluminada por fluorescentes en el techo y algunas direccionales, la luz era blanca, todas las paredes también. Al medio de la habitación el ataúd, marrón oscuro estaba rodeado de flores blancas, dos capillas ardientes, una a cada lado. La conversación se mantenía a un tono modulado. Don Casmurro, les había brindado la libertad entera para realizar la ceremonia según sus creencias. Esto incluía alcohol y algunas drogas, si las habían, las prohibiciones eran no hacer escandalo ni maltratar a ningún ser vivo. La conversación oscilaba entre recuerdos familiares, de infancia, anécdotas graciosas y chismes, en el grupo de las mujeres Jessica y Victoria se miraban directamente, las demás mujeres hacían poco caso a esta tensión, algunas fumaban, otras miraban hacia el costado y otras ya aburridas se habían trasladado a  otro grupo, en el cual se mantenían al margen, de pie y al costado, ya que la complicidad del grupo no les permitía tanta libertad. Victoria bajó la mirada y una sonrisa velada por el nerviosismo brotó en su rosto, su pecho se movía al ritmo de su respiración. Subió la mirada y la sonrisa nerviosa se posicionó mostrando levemente los dientes.
-          Solo preguntaba- Victoria estaba tranquila, su pecho se levantaba levemente, Jessica vio el gesto y bajó la guardia, también sonrió- Jessica, serpiente ¿no? Por qué te llaman así- esta vez Victoria mostró todos los dientes, ella y Jessica tenían la misma edad y siendo las menores la atención se posaba en ellas. Victoria siempre había sido risueña,  de carácter ligero y en lo posible no sumaba preocupaciones a su vida; en cambio, Jessica siempre fue más tranquila, físicamente pasaba desapercibida, su inteligencia, en cambio, era cosa que notar sobre todo para resolver problemas y de esos intrincados que suceden en una familia tan grande como impredecible.       
-          Padre creyó conveniente instruirnos en la tradición del linaje, algo simbólico, pero tenía mucha importancia para él.
-          En su caso él inventó la de los borrachos hijos de puta- una voz que antes no había intervenido impuso el silencio, era el tío Jorge.
Jorgiño, el gordo Jorgiño, negro hijo de puta, cuántos años sin vernos y tenía que ser en una ocasión como esta, como fuimos a parar en bandos diferentes siendo tan parecidos, el gordo y el flaco, que importa lo que dijeran, éramos que dábamos miedo, éramos unos niños. Mi negro sensación.
-          Tío Jorge, pensamos que no venías- Jessica se levantó  de su silla y abrazó a su tío, él le dijo algo al oído y caminó hacia el ataúd que estaba en medio de la pieza.
-          Y esto, apenas muerto y ya se cree un santo, quién ha puesto este vidrio en medio- Jorge se quedó conversando con  él muerto, los demás observaron  por unos segundos la escena y luego cada uno regresó a su conversación,  a la silla volteada formando círculos dispuestos por todo la pieza, el grupo del ejército de unas quince personas, amigos cercanos del trabajo, todos los demás ignoraban el estado de Matos;  el grupo  de la mujeres de la familia, de todas las edades, sumaban unas veinte mujeres; el grupo  de los hombres, familia y amigos cercanos, sumaban unos veinte y cinco; y  por puchos parejas desconocidas, antiguos amigos y las amantes de Matos, cada una por su lado, solo se reunieron una vez cuando madre las juntó para conversar. Jessica regresó y tomó asiento en su silla se quedó en silencio por unos segundos.
-          Para padre todas las personas tenían las características de un animal, Sebastián era todo un perro; Lorena un tigre y yo, la serpiente.
La puerta se abrió, Lorena llegaba, vestida de sastre. Sobria, sin saludar a nadie se sentó al costado de Jessica y le tomó la mano, Jessica la miró.
-          Qué tal salió todo, cómo está la abuela. 
-          No lo sé, me fui antes, no soportaba ver a la abuela así.
-          Dejaste a Sebastián  solo- Jessica observaba cómo la tía María deambulaba por toda la pieza con la botella de aguardiente en la mano, llenando los vasitos que se tomaban de golpe o a sorbos, era un único vaso del que todos tomaban- imbécil, la idea era que te quedaras por si  la abuela se ponía mal, pero tenía que ganar tu egoísmo.
-          No pensé que hubiera algún problema-  Lorena había prendido un cigarrillo y sus manos temblaban heladas.
-          Vamos a la calle- Jessica se paró y se dirigió a la puerta. Lorena se paró y la siguió, con el cigarro todavía encendido- afuera el frío era de lo peor, pero ninguna de las dos lo sentía.
-          Lo siento, no entendí el plan, sabes lo mucho que odio toda esta idea de la muerte- Lorena siempre hablaba bajo y lo justo.
-          Y Alfredo cómo está, no se deja ver ni siquiera en el entierro  de su suegro
-          Y eso que le caía bien, pero ya ves solo él se entiende y eso es bastante, cuando no anda deprimido.
-          Y siguen consumiendo supongo- Jessica había prendido un cigarro y aspiraba de él lentamente el humo que luego expulsaba lentamente.
-          Él sí, yo ya no le encuentro nada. Empiezo a hartarme de él y siempre estoy pensando en cómo sacarle la vuelta.
-          Y ya lo has hecho.
-          Sí, al comienzo eran desconocidos, para él y para mí, pero ayer salí con un amigo de él. es mejor cuándo el círculo se ajusta más.
-          A qué te refieres
-          Has visto una liga ajustada- cuando algo le interesaba a Lorena era apasionada.
-          Termina por romperse
-          Exacto. Para saber mantenerla ajustada pero no al punto de romperse debes saber mover tus hilos- Lorena hablaba, con una sonrisa y la excitación en los ojos. Jessica sintió que la liga que la sujetaba a su familia estaba a punto.
-          Cómo lo ha tomado mamá- las dos caminaban mientras conversaban.
-          Ayer lloró  toda la noche, no sé si de felicidad, por ratos parecía reír- Jessica abrió la puerta y las caras voltearon para ver quién era, al darse cuenta que eran las dos hijas, siguieron en los suyo, las dos hermanas se sentaron en sus sillas. Jessica revisó la habitación con la mirada para ver si alguien había llegado en su ausencia, todo seguía igual, el tío Jorge seguía conversando con el muerto y la tía María seguía con lo del aguardiente - sigue con ese aguardiente, cuántas botellas tiene guardadas, que alguien le diga que se siente, no quiero pelear hoy día.
-          Tranquila Jessica, recuerda que era su hermano querido, que si se emborracha es porque no sabe lidiar con todo esto.
-          ¿Y quién sabe?
Tu mamá se ve tranquila, hasta joven
-          ¿A quién se le ocurrió  vestirlo de blanco? 
-          Pues a tu mamá.
-          A qué hora llega mamá Julia
-          Se ve guapísimo, pero el negro siempre le quedó mejor- Susana intervino y su estupidez se hizo evidente.
-          Por qué no te callas, aunque sea por respeto
-          Ay Jessica lo digo en serio, mi tío Pablo siempre fue el más simpático
-          Y tú la más bestia
-          Además de resbalosa, has estado coqueteando con don Víctor- Lorena miró a Susana hermana gemela de Victoria, mucho más alegre que ella.
-          Es simpático
-          Y tiene sesenta.
-          Pues se mantiene bien, tiene mucha energía.
-          Sebastián está con la abuela explicándole la situación. Dentro de media hora debe estar en camino, si las cosas no se ponen feas, claro. Vengo de hacer los papeles- Lorena explicó la cosas sin moverse, con la misma expresión, con la misma postura, inmune al dolor.
La tía María seguía repartiendo aguardiente, don Víctor y los amigos de papá estaban en la esquina, la risa de Luchito siempre aguda irritaba a Lorena que miraba a todos con el desprecio usual que dirigía a toda la familia.
Capitulo tres: el negro sensación y el coronel Matos.
Jorge observaba el ataúd, sus manos se deslizaban por los bordes agudos, su mirada la dirigía a la cara del muerto, no se podría decir que había ternura, resentimiento o algún sentimiento evidente, el negro sensación, el tío Jorge se limitaba a observar el rostro de su hermano mayor, así durante unos minutos. Al comienzo cuando se dirigía hacia el ataúd pensó que hubiera hecho caso a su instinto, quedarse en casa, sentía la mirada de todos sobre él. Tal vez venir no había sido la mejor idea, sobre todo por cómo las cosas habían sucedido, pero luego recordó que estaba ahí  porque tenía tantas cosas que decirle, así que soltó una sonrisa que nadie vio, porque ya habían regresado sus miradas y sillas a sus conversaciones anteriores. Una sonrisa que se la debía por mucho tiempo, Jorge era el mayor de los hermanos y Pablo el menor de todos, lo que los separaba por quince años, cuando Pablo era un pequeño, Jorge ya estaba trabajando, siendo el mayor daba el dinero que faltaba, en su niñez Pablo fue solitario, porque sus hermanas por ser mujeres no lo entendían, pero si lo engreían, Pablo disfrutaba mucho de la compañía de su hermano, cuando llegaba a casa luego de una semana de ausencia le contaba las cosas que había visto en sus viajes a la selva, a Tacna, los pescadores y los estibadores, Jorge era un mercader, un hombre de negocios, luego Pablo ingresó al ejército y se dejaron  de ver por unos diez años. Fue cuando los dos ya eran mayores e independientes que nació una amistad muy fuerte, Pablo tendría unos veinte y cinco años y Jorge unos cuarenta, los dos andaban de un lado a otro, conversaban sobre todo, Pablo se  había dedicado al estudio de la armas y en historia era un capo, Jorge tenía esa inteligencia que es la suma de esos conocimientos cotidianos de una vida amplia y rica. Los dos leían mucho y compartían el gusto por las mujeres, así  se convirtieron en el comandante Matos y el negro sensación, así los llamaban y esta chapita se esparció a todos sus grupos sociales, incluso dentro del ejército cuando todavía no era comandante, conocidos por sus conquistas, por andar con mujeres hermosas, la fama también cobró  su cuota. Su vida ligera llegó a su fin un sábado ocho de octubre del 70, ninguno volvió a ver al otro hasta el día del velorio, Don Víctor reemplazó a medias la falta que a Pablo le hacía su hermano mayor, Víctor compartía varias cosas con Jorge, la picardía que solo da la vida, la viveza del que se gana lo que tiene con esfuerzo y la sonrisa amplia de negro coqueto. Jorge se fue al extranjero a hacer negocios y no regresó al país hasta que una llamada de su sobrina Jessica le dio la noticia de la muerte de su hermano.       
-          Quién diría que te morirías antes que yo, hijo de puta, primero en todo, tenías que morirte primero.
Jorge, si pudieras verme, si pudiera abrazarte, perdóname, mira las lágrimas se me caen resbalan y hacen un pozo. Papá decía que los hombres no lloran, mírame por ti  lloro hermano.
-          Estás demasiado flaco y esa Carmencita hizo bien  vestirte de blanco, nunca te gustó, ella merecía su revancha por todas las que le hiciste, esa mujer es una santa y esperó hasta que estuvieras muerto, pareces Jimmy  santi, un james bond de los andes ja, gringo loco, comandante Matos. El gran hijo de puta roba esposas.
Hermano, tú también estás demasiado delgado.
-          No te preocupes hermano, la china resultó  ser una sacavueltera, una hija de mala madre, sufrí  mucho por ella nunca te lo había contado por vergüenza, ella antes me había puesto los cuernos y siempre era con amigos, con compañeros de trabajo, con el panadero, era una puta, el psicólogo  de parejas me dijo que ella era ninfómana, no tenía solución, yo en ese tiempo andaba de viaje en viaje y ella hacía de mi casa un prostíbulo, cuántas veces le pegue y  tú sabes que yo no tocó a las mujeres, pero ella era demasiado no respetaba nuestra casa ni nuestro cuarto, nada, lo hizo en la casa sin importarle nuestra hija, el que hayas sido  tú  el último con él que me la hizo solo lo hizo más doloroso, pero también fue por ti que me decidí, si una persona no respeta a la familia no merece nada de mí. Me enoje contigo con justa razón, eras mi hermano, pero además mi amigo. Nunca pudimos hablar, por eso estoy aquí, para decirte lo que nunca te dije y ya lo he hecho, todas las noches pensaba en ti, después el tiempo y las preocupaciones lograron disiparme, pero siempre has sido una espina en mi corazón. Siempre digo  que nunca podré perdonarte, pero la verdad ahora que lo pienso no te tengo rencor y eso se lo debo a pablo.
¿Pablo? ¿Yo?  Qué hice
-          Pablo es el nombre del perro de mi hija, cuando ella tenía diez años me pidió que le comprará un perro y cuando llegó a casa no sabía que nombre ponerle todavía andaba molesto contigo, así que le puse tu nombre, al comienzo no le hacía caso, pero pasaron los años y ese perro  no se despegaba de mí, me acompañaba a comprar, se sentaba a mi costado cuando leía el periódico, incluso se iba a navegar conmigo, un día conversando con un amigo él me preguntó por qué le había puesto al perro nombre de persona,  le conté toda la historia, él escuchó callado y luego dijo:
-          Sabes que a los perros se los conoce por su fidelidad, a pesar que a veces usan frases como: vida de perro o es un perro de forma peyorativa. El perro es un animal muy fiel y el hecho que le hayas puesto el nombre de tu hermano a tu perro es una especie de curación, el perro es ahora el perdón que te permitiste.
Negro siempre te he amado como a un padre, siempre, yo.   
-          Ahora que estoy aquí y después de todo lo que te he dicho solo tengo una pregunta para ti.
Lo que tú quieras hermanito, lo que tú quieras
-          Que haces totalmente desnudo a mi costado. Nunca tuviste decencia, eres un  hijo de…
-          ¿Me ves? ¿Cómo puedes, estoy vivo, estás muerto?... ¿Estás loco?
-          No huevon, cómo voy a estar loco acaso crees que ahorita empiezo a dar vueltas en un pie y recitar un poema de Baudelaire, esta cabeza está bien. 
-          Bueno, loco eres, no te decían negro sensación por nada.
-          Sí, pero no loco psiquiátrico, me asusta un poco la idea, cuando entré te vi bailando en medio de la pieza, calato, pensé que estaba alucinando, me tomó unos minutos calmarme y que nadie se diera cuenta que estaba espantado, pensé qué mierda pasa, acaso yo también estoy muerto ¿las personas no me ven? pero cuando hablé y la gente me escuchó y luego Jessica vino y me abrazó me di cuenta que estaba vivo.
-          Entonces cómo me ves
-          No lo sé, puede ser que esté cercano a la muerte
-          Puede ser, pero no veo nada malo en ti.
-          Puedes verme por dentro,
-          Sí y escuchó lo que piensan los demás. Hay algunas cosas que preferiría no enterarme, pero buenos son los costes de estar muerto. Lo bueno es que puedo estar en varias partes, es genial y he conversado con qué gentita, científicos, magos, matemáticos, astrólogos, gente de nivel, profetas frustrados, no hay curas ni políticos, porque no puedes intentar engañar a la gente ni convencerla, no pasaron la prueba. 
-           Y qué se siente
-          No se siente nada, pero lo sabes todo, siempre hay una respuesta para todo, así no lo hayas sabido en vida.
La pieza estaba llena y la gente seguía conversando, Jorge miró su reloj solo habían pasado cinco minutos después de su llegada, Jorge se sorprendió pero entendió que cómo toda actividad paranormal no estaba sujeta a ninguna ley terrenal.
-          Negro necesito que hagas algo por mi
-          Qué sucede.
-          Necesito decirle algo a mis hijos, a mi esposa.
-          No creo que sea lo más indicado
-          Lo sé pero no puedo desaprovechar la oportunidad, no sabemos cuánto va a durar esto.  

Capitulo cuatro: la madre del comandante le enseña una lección al perro
Madre mía, pronto te tendré aquí a mi lado y conversaremos cómo aquella vez, te besaré las manos y nos jugaremos una partida de póquer, la vida después de muerto es un poco aburrida, pero cuando vengas sé que me divertiré como chapita destapada, hay tanto que quiero contarte y además sé que tú le harías buena competencia a Grram Xou Cho, que nos hace reír que te cagas.
-          Lo eliminaron como a perro- don Víctor lideraba la conversación.
-          Esos negros malditos, no tienen respeto por la vida, lo habían seguido varias semanas y cuándo lo vieron subirse al carro  se subieron detrás de él, eran cuatro negros enormes, el cobrador sintió una reticencia a dejarlos subir, la estampa del racismo quiso  cobrar peaje, pero la civilización ha matado esas malas costumbres. Ninguno sospechó  que ese día sería el último- Luchito miraba el suelo mientras hablaba- Acribillaron a todos los pasajeros, todo por una hembrita antigua, por suerte al tío no le tocaron la cara, dicen que por respeto, por su fama. Eran matones contratados, pero todos saben que hay respeto.  
-          A los demás los acribillaron por feos. Pero Pablo tenía  su cacharro, recuerdas Jorge, acá este servidor y este viejo conchudo nos disputábamos a las chicas del barrio, como las luchábamos, flores, poemas, la mejor ropa, en cambio tu papá ni siquiera se esforzaba, siempre andaba bien acompañado. Las mujeres lo llamaban a la casa, mamá Julia estaba harta de tanta mujer- a don Víctor le emocionaba contar su historias.
-          Hasta que conoció a Carmen, negra de un metro setenta, llevaba un vestido color plata que resaltaba su cuerpo,  sí qué era diferente, a ella que le iba a importar todas esas chicas, que se morían por tu papá, un noche, en la fiesta de verano, sacó a bailar a Pablo, falsaria, pero qué canción, pero que rico bailaba, las amigas de  Carmen me contaron que ella apenas llegó  a la fiesta vio a pablo y había dicho que esa noche solo bailaba con el chico de la rosa en el pecho, al final de la noche ellos eran los únicos bailando y eso que mi hermano era un bailarín, las piernas le temblaban. Pablo no pudo mirar a otra mujer, al  día siguiente la fue a buscar a su casa, a la vuelta de la tienda del chino. Salió  su papá y  Pablo  le pidió permiso para cortejar a su hija.
La casa de doña Julia era amplia, su sala estaba amueblada de sillones rojos y objetos de madera, era la casa que le había regalado su esposo y nada había cambiado. Los dos hermanos habían pasado grandes temporadas con su abuela, sobre todo por las peleas infinitas de sus papás, la abuela no intervenía y los recibía siempre con mucho cariño, los tres hermanos la querían como a una madre y darle la noticia de que su hijo mayor había fallecido se les hacía casi imposible. Antes de entrar a la casa, Lorena y Sebastián decidieron omitir algunos detalles, dirían que no sabían mucho y si la abuela seguía preguntando, porque lo hacía, dirían que en momentos de conmoción tener todos los detalles en la mente era imposible.
-          Hijito, pasa, has venido desabrigado, y tú, ingrata con tu abuela, ni siquiera me llamas, he hecho chocolate, pasen, pasen.
Apenas entraron Sebastián y Lorena sintieron el peso en sus hombros de todos los recuerdos de infancia. Lorena tomó la mano de Sebastián y la apretó fuertemente.
-          Ahora sí los tengo en mi poder y me van a decir qué es lo que sucede, nadie saldrá de esta casa sin que yo sepa qué está pasando, me están volviendo loca, a esta vieja, mejor es que me lo digan y olvidamos todo lo que ha sucedido estás últimas dos semanas. Seré vieja, pero tendrán que matarme para salir.
-          Abuela cálmate por que no nos tomamos ese chocolate que has preparado y conversamos- Sebastián mantenía la calma, mientras Lorena tragaba saliva y se obligaba a no romper en llanto.
-          Qué chocolate ni que chocolate, has visto cómo estoy- la abuela levantó sus dos manos y se las mostró a sus nietos- no he hecho nada, estoy con la presión alta y eso por la incertidumbre, sé que ha pasado algo malo y debe ser muy malo si no me lo han dicho todavía.
Sebastián se dirigió hacia la abuela, soltando la mano de su hermana que quedó colgando como un pétalo antes de caer al suelo, y tomándola del brazo la sentó en el sillón rojo de la sala, inmediatamente él se sentó a su lado y levantó la vista para ubicar los ojos de su hermana que ya no estaba.
-           Abuela, se trata de papá, ha muerto.
-          Ya veo. Con que eso era.
Sebastián se sintió desvanecer, estaba agotado, en ese momento lo que quería era llorar y que la abuela lo abrazará, pero la abuela se paró del sillón, y se dirigió al estante central de la sala, abrió el estante que se ubicaba en apoyado en la pared blanca dónde la abuela guardaba colecciones de vasos y copas únicas. La abuela que medía un metro sesenta se empinó en las puntas de sus pies, mientras Sebastián observaba todo esto sin moverse o decir algo. La abuela apartó los vasos hacia un costado y del fondo apareció una botella de whisky. Sebastián no pudo ver la etiqueta, pero por la forma de la botella, parecía ser antiguo y muy caro. La abuela tomó  un vaso simple y sirvió en él dos dedos del whisky, levantó el vaso con su mano derecha, que ya no temblaba, se lo llevó hacia a la boca, pero antes de abrir los labios inhalo profundamente, su cuerpo se estremeció, esto solo podría notarlo Sebastián, se demoró unos cinco segundos en tomarse todo el contenido del vaso y sin decir una palabra volvió a servir otros dos dedos de whisky, agarró el vaso con la mano izquierda y se lo mostró a su nieto, indicándole con la mirada que se acerqué y se tomé el vaso. Sebastián se paró del sillón lentamente temiendo desmayarse y caminó hacia su abuela. Cuando estuvo cerca, tomó el vaso con la mano derecha y se tomó todo de un solo sorbo. El líquido le calentó el pecho y le quemó la garganta
-          Ahora sí, ya estás caliente. Eso te pasa por venir desabrigado
-          Todo esto fue porque yo estaba desabrigado.
-          Sí, sabes que no se puede pensar bien con el estómago vacío.
-          Sí lo tengo grabado en mi mente, mi mamá también lo dice.
-          Tú mamá siempre ha sido una mujer inteligente, pues lo mismo pasa con el frío
-          Y tú por qué tomaste, tú no tienes frío.
-          Yo no necesito razones para tomarme un whisky en mi propia casa
-          Abuela.
-          Hijo.
-          Te encuentras bien.
-          Verás hijo, tú padre era, cómo decirlo… un hijo de puta, perdóname la palabra, pero es la verdad, nadie mejor que una madre para conocer  a sus hijos, claro es mi hijo mayor, mi adoración, yo tenía diez y nueve años cuando lo tuve, he cometido con él burradas que Dios sabrá perdonar, yo ya pedí perdón por mis pecados, a dioscito y a tu padre y no sé si él me habrá perdonado, yo lo quiero mucho, pero él ha hecho cada burrada, hace dos semanas estuvo por acá, vino y almorzamos, hemos conversado hasta la madrugada. Él y yo siempre nos entendimos.
-          Abuela, mi papá no es hijo de mi abuelo Cesar ¿verdad?
-          Siempre has sido inteligente
-          Entonces de quién
-          Pues de la vida, tu abuelo Cesar llegó a nuestras vidas cuando él tenía siete años. Todo ese tiempo anterior yo fui una puta, no teníamos dinero, antes trabajaba varios turnos de lo que sea, pero luego llegó ese presidente elefantiásico y nos dejó a todos en la calle, yo no conseguía trabajo en ninguna parte y Pablo era pequeño, no tuve más remedio.
La casa era antigua, por eso el techo del primer piso era de doble altura, Sebastián dirigió su mirada a la araña que debía estar en medio de la pieza, ahí estaba, nada se había movido de su sitio, pero el sentía una sensación diferente al estar sentado observando a su abuela.
-          Qué piensas de eso- dijo la abuela y lo miró con ojos inquisitivos.
-          Nada, me has dejado sin palabras- Sebastián miraba sus manos que, una agarrada a la otra, se sobaban.
-          Cuántas veces te he dicho que las cosas que se dicen de verdad se dicen mirando de frente  ¿crees que soy mala? ¿crees que soy menos de lo que era antes?
-          No
-          Y por qué. Ahora que sabes que fui puta qué piensas de mi
-          Nada, te quiero,
-          No, dime la verdad
-          Te quiero
-          Dime la verdad
-          Para qué
-          Porque solo teniendo las cosas claras puedes tomar decisiones
-          Te quiero no me importa lo que haya pasado.
La abuela se acercó a Sebastián y se sentó  nuevamente a su lado, su mano se posó sobre la de él.  
-          Hoy tomé el vaso de whisky con la mano derecha, a pesar de que soy zurda- la abuela lo miraba con ternura. Su traje turquesa resaltaba su hermosura.
-          Me di cuenta.
-          Lo hice por tu padre, él era diestro, ese día que vino pude conocer muchas cosas de él y eso me permitió entenderlo. Tener las cosas claras y tomar mi decisión de perdonarme y perdonarlo.
-          Yo no puedo.
-          No te estoy pidiendo que lo hagas, te estoy diciendo lo que yo hice, Sebastián, no tienes que sentirte responsable por la familia, eres el mayor y claro que tienes algunas responsabilidades que cumplir, pero que eso no te ate a tu familia
-          Mamá y mis hermanas
-          Ya están grandes. Y tú tienes más deuda contigo, cuándo te pasé el vaso ¿con qué mano fue?
-          La izquierda.
-          Lo hice porque a ti te conozco desde pequeñito y te he querido como a un hijo, pero tú todavía no te conoces. Soy zurda y te lo demuestro, pero eso no me limita a usar la otra mano cuando lo deseo. Quién eres tú y qué eres no depende de lo que haya sido tu padre. Tienes muchos rasgos de él pero eres él, eres otra persona.
Cuando doña Julia bajó las escaleras, estaba vestida completamente de negro, su cabeza la tapaba con un velo del mismo color y no había maquillaje en su rostro, sus ojos grandes, negros sorprendieron a Sebastián. La abuela lo tomó por el brazo.
-          Vamos a enterrarlo.
Cuando doña Julia entró a la pieza, lo primero que avisó su presencia fue una brisa helada, todos se pararon al darse cuenta de su presencia. Sebastián caminaba a su costado, no se sabía quién sujetaba a quién. Las dos hermanas  se pusieron una al costado izquierdo y la otra al costado de Sebastián, fue Jessica la que habló primero.
-          Abuela, lo siento
-          No te preocupes hija, tu hermano me ha explicado todo- girando hacia donde estaba Lorena- y tú sabandija no te me vuelvas a escapar.
-          Doña Julia- Carmen se había puesto de pie.
-          Hija, al final lo vestiste de blanco- doña julia se había acercado al ataúd y observaba a Pablo como se observa a una miniatura.
-          Sí, me lo debía- Carmen también se había acercado y entre la abuela, la nuera y los tres nietos formaban un circulo alrededor del ataúd.
-          Claro- mirando alrededor- y este lugar de dónde lo sacaron.
Capitulo quinto: las confesiones de san pablo y la aparición de don Casmurro.
La iglesia de la buena muerte siempre había creado una gran fascinación en Pablo, siempre pasaba delante de ella, ya que su trabajo quedaba por ahí, le fascinaba el nombre, pero también su estructuras su cúpula, su campanario, nunca había entrado, la primera vez que lo hizo se encontró con Manuel, el cura que presidía la misas ahí, ese día a eso de las tres de la tarde, solo habían tres personas a parte del cura, un señor de limpieza y dos mujeres devotas, Pablo no creía en Dios ni en la iglesia, pero siempre había deseado conversar con una persona que si creyera, una que creyera de verdad.  Todos los jueves del  mes, después del trabajo, iba y conversaba con el curita, como Pablo lo llamaba, sobre la vida. Todos en la familia sabían de él  de nombre, pero nadie lo conocía.

-          Curita, usted cree que pueda alguna vez recibir perdón por todo lo que hecho- ese último jueves Pablo llegó más temprano de lo normal y se sentó al costado del curita- a veces quisiera retroceder el tiempo y cambiarlo todo, otras veces solo quisiera más tiempo  para hacer todo lo que no he hecho, muchas vidas.
-          No desees, alma mía, vida inmortal. Goza, mejor, de la que tienes- la voz del curita siempre era calmada- esto lo dijo Píndaro.
-          Curita no se me ponga intelectual.
-          Mira Pablo yo soy un creyente, pero a veces me entra la duda, ayer casi pierdo la fe, después de todo lo que he visto, me pregunté si la existencia de Dios era coherente con el mundo en el que vivimos, con tanta desgracia y maleficencia, la respuesta a la que llegue fue no
-          Curita lo sabía, una persona tan inteligente como usted no podía creer en Dios, Dios es una invención del ser humano para no encontrarse solo y abandonado. 
-          No te apresures, Pablo, escúchame, luego pensé que creer en Dios no es coherente, porque no es racional, entonces pensé lo que tú me acabas de decir que Dios es una invención y ahí me quedé.
-          Bueno curita me va dar la razón entonces
-          Espera, Pablo- el curita se mantuvo en silencio, respiró y retomó la conversación- cuando ya estaba al borde de la desesperación, creyendo mi vida una pérdida de tiempo recordé esto: a veces nosotros no recibimos lo que necesitamos si no lo que merecemos, si dios es una invención solo pudo salir de una cabeza como la del ser humano.
-          No escupas al cielo porque puede caerte en la cara.
-          Sí- el curita bajo su voz hasta el susurro- es más fácil vivir creyendo en algo.
  
Después de caminar y revisar varias funerarias, Sebastián y Jessica estaban agotados, el caldo de gallina los había repuesto, pero la falta de sueño les restaba vitalidad, todavía la familia no sabía de la muerte de padre, el dinero era un problema, ya que Sebastián había decidido que no aceptarían nada que provenga del ejército sobre todo por cómo habían tratado a su papá por lo ocurrido y casi todo lo habían gastado sobornando a periódicos para que el nombre de  padre no saliera en la noticia. Jessica quería algo no muy caro, pero aceptable, un ataúd simple, pero elegante y eso era difícil de encontrar. Era temprano y en las funerarias se encontraban mujeres de mediana edad trasnochadas, hombres solitarios que podían ser clasificados en lo que se conoce como freaks. Después de unas dos horas de búsquedas, de escuchar los diferentes planes de entierro y velorio, ver ataúdes muy caros o muy baratos y feos la frustración y el tedio empezaban a mellar las esperanzas. Fue en ese momento que Jessica vio lo que sería su salvación, habían llegado a la esquina y Jessica por poco se avienta a la pista, pero la distrajo una vitrina grande, bien iluminada que mostraba tres ataúdes más que aceptables, los dos hermanos se miraron y decidieron entrar a probar suerte. La primera impresión que tuvieron sobre la funeraria es dudosa, cuando entraron a la sala los dos se sentaron en unos muebles negros de cuero, ya sentados y sin los sonidos de la calle se dieron cuenta que la canción que de afuera escucharon, pero no entendieron era una salsa muy conocida, el nombre de esta era yo soy la muerte, canción del gran combo, los dos se miraron y les pareció osado poner esa canción de música de fondo en una funeraria. Una puerta de madera separaba la sala de espera de lo que parecía la oficina principal, pasaron cinco minutos, adentro se escuchaban voces y de repente un gemido de mujer irrumpo en la semi-tranquilidad. A los cinco minutos salieron tres personas, la mujer todavía no había recuperado la calma y susurraba un dolor profundo, don Casmurro la llevaba del brazo y el esposo de esta los seguía callado, Casmurro la consolaba, como un padre a una hija, la mujer beso su mano y salió seguida de su esposo. Los hermanos no entendían la sensación que le producía ver a un hombre con barba larga y vestido a la antigua, su nombre la gente lo ignoraba, pero lo llamaban don Casmurro por la semejanza con el personaje de Assis, eso se los explicó apenas entraron en la oficina, el personaje era extravagante, pero creaba cierto magnetismo, Jessica lo captó primero, luego Sebastián. Él les explicó todo el procedimiento papeles, pero antes de firmar Casmurro decidió llevar la situación a un quiebre.

-          La mujer que acaba de salir por esta puerta, pobre mujer, lo que ha tenido que soportar estos días, todos creemos que se nos cae el mundo cuando alguien se nos muere, pero que se te muera el padre y dos días después el hijo no es cosa usual. A ustedes se le has muerto alguien.

Sebastián arqueó su ceja y respondió con una notable molestia.

-          Cree que estoy acá porque me gusta visitar funerarias en mi tiempo libre.
-          No sería mi hobbie favorito, pero no puedo negar que es original
-          Se está burlando de mi.
-          ¡Oh no! discúlpeme si lo he ofendido,  dirigir esta funeraria no es un trabajo es mi vida, y en toda mi vida he visto cada cosa ni que decir, por eso no juzgo a nadie por sus pasatiempos. Me considero una persona abierta.
-          Viéndolo, entiendo porque, aceptarse a sí mismo debió requerir apertura de mente.
-          Pues no lo niego y a usted cómo le va con eso.
-          Mire señor tengo un padre muerto esperando un velorio decente y todavía no le he dicho a mi madre, una mujer noble, pero un poco idiota y una abuela que le va dar un infarto cuando le dé la noticia- Sebastián tomó  aire- así que si no quiere atendernos y prefiere burlarse del dolor de la gente, nos retiramos- Sebastián tomó de la mano a su hermana y se dirigieron a la puerta.
-          No quise ofenderlos, mi boca es muy grande y hablo demás, es un problema psicológico, todos los días tomó una pastilla, pero la pastilla no debe ser muy eficaz, porque hablo siempre lo primero que se me ocurre, ruego que me disculpen y puedan aceptar que les organice el velorio.

Sebastián y Jessica aceptaron las disculpas y firmaron un contrato que les brindaba más de lo que habían esperado. Antes