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lunes, 2 de septiembre de 2013

Alumno: Omar Casilimas. Pais: Colombia. ( Nivel Intermedio)

UN VERANO EN CARTAGENA

 Celia,   saboreando ese dulce brebaje de un té caliente… y a su vez, aspirando ese aroma agridulce del mismo, ése dulzor  me envolvía y a su vez me transportaba aquellos días remotos, dé sol y playa, que compartí con mi amigo de la universidad Andrés Casi limas……Como no olvidar a la hermosa ciudad de Cartagena de Indias, la heroica y señorial, como la llaman muchos de sus coterráneos. Y en ese preciso momento, en su  mente tomaba vida de nuevo los recuerdos de aquellos días de sol, viento salado y mar.

El gris de la tarde se iba acentuando poco a poco.  Invitaba a escuchar música suave, a tomarme de nuevo otro te.
 Celia, encendía luces, acomodaba cojines en los sillones... Sí, era la hora justa para servirse un té… ¿de durazno? Ah, ese aroma de días cálidos, de pulpa jugosa…
Se encaminó a la cocina breve y puso el agua a hervir,  abrió una nueva caja de infusiones,  ahí estaba el de durazno… ¡cómo huele! , huele a gloria….ah….
En cuestión de minutos estaría saboreando la dulzura…  con la memoria de otros días, los soleados, valles verdes de las sabanas costeñas, las blanquecinas arenas de sus playas, distantes de esta frialdad citadina de la capital.
Celia aspiro hacia dentro y por sus fosas nasales, penetro al instante una estela de vapor de té, hasta llegar a sus pulmones….ah, ese aroma agridulce, ése dulzor de la fruta del melocotón, que delicia, durazno….durazno…

Ella, con la taza de té en la mano, sé dirigió a la ventana. Empezaba llover…las gotas tintineaban en los cristales, hasta hacerlos vibrar y un aire frio, muy, pero muy sutilmente, empezó a colarse por los resquicios de los postillos, de la misma fragancia de la aromática, en un instante, lleno el ambiente. Y contemplando, aquel paisaje lúgubre y frio de la ciudad gris, producto de las oscuras nubes, cuando de repente…

Rin, rin, rin del teléfono, la despertó al instante de ese letargo. Su cerebro reacciono emitiendo un corrientoso  que bajo desde sus neuronas y se condujo por su sistema nervioso, bajando por su brazo derecho hasta su mano, dónde tenia soportado por su asa, él pequeño pocillo de té.
Y de un sopetón, su mano se impulsó hacia arriba en forma abrupta, hasta hacer derramar, tan preciado líquido. Hay jue…madre, me queme, exclamó a todo volumen, Celia y presurosa y al paso, depósito, en pequeño pocillo, sobre la consola donde se hallaba el teléfono y al instante,  procedió a levantar la bocina y contestar.
-alo, alo, buenos días, con quien hablo…
-hola, hermosa colega, soy yo, del otro lado de la línea contesto Andrés Casilimas.-
-que más, manito, amigo mío, colega,  a qué debo el milagrito-profirió Celia.
  -tiempos que no te oía, que cuentas de tu vida Andrés -profirió de nuevo Celia-
-pues ,que te cuento hermosa, seguimos restaurando casas viejas, esas que a ti te gustan, llenas de historias y de fantasmas…..ja, ja, ja, ja… como te parece ,para no perder la costumbre.- ingirió Andrés –
- ja ,ja ,ja - del otro lado de la línea soltó la carcajeada Celia, producto de esa risa contagiosa de su colega.-
 Se produjo un instante de silencio y se cesaron las sonrisas.- 
-Celia contesto-claro que me acuerdo y te cuento que unos instantes antes de la llamada, estaba pensando en ello, cómo te parece, te llame con mi pensamiento.-

- Y si Andrés colega, claro que te acepto la invitación con mucho gusto, a ver si de una vez me sacas de esa depra…-profirió de nuevo Celia-
-Entonces, hermosa, té recojo a las 8 pm en tu casa, prepara las maletas, yo pongo los pasajes que nos llevaran desde la ciudad de México, rumbo a la hermosa y paradisiaca ciudad de Cartagena.- ingirió Andrés- 
- Bueno, bueno mi cuate, estaré lista a 8 pm, te me cuidas, un abrazo-contesto Celia.-
El avión, líneas aéreas azteca, aterrizó en el aeropuerto de Cartagena, al despuntar el día, de ese fin de semana.
Tomamos nuestro equipaje de la banda y llamamos los servicios de un maletero, quién nos condujo con su cochecito cargado, hasta la zona de los taxis urbanos.
Tomamos un taxi, qué nos condujo directamente al Hotel, llamado Caribe y mar.
Más, cual sería nuestra sorpresa, al llegar a nuestro destino
   Nos encontramos de nuevo, con una casona de dos pisos, de balcones resguardados por enrejados sinuosos, con ramajes entreverados… La exuberancia del trópico. Cartagena, por fin.
Al entrar  al recinto, Celia y Andrés intercambiaron miradas. Ya habían estado aquí, ¿verdad? Ambos recordaron esa historia, sin mediar palabra. Don Jairo y su esposa Mirna los recibieron en esa casa años atrás.
Él, estruendoso en su andar, en palabras y en risas, los atendió con diligencia. Su esposa los acompañaba con una sonrisa inalterable en su rostro. Hablaba lo indispensable, tenía a punto lo que pudieran necesitar los visitantes.
Andrés, el profirió estas palabras al viento
 -Aún se conserva la casona, su estilo arquitectónico colonial, dé origen español. Aún veo intactos su balcón, con sus bolillos torneados, sus canes y su entablado de madera de su piso. Su alero en teja de barro, qué cubre ampliamente toda su fachada, pintada en cal y canto, con su zócalo verde marino
La exuberancia del trópico. Cartagena, por fin y esa sensación que despierta en las almas, cuándo se llega a un lugar, en donde vuelven a tomar vida, los bellos recuerdos.
Ellos, se les había quedado grabado en sus momerías, 
Él estruendoso meneo en su andar, el típico sabor caribello que tiene las negras en su andar, moviendo sus caderas, como si estuvieran bailando una cumbia.
Su jerga especial,  de sus palabras y sonrisas, risas que algunas veces terminaban en risotadas y la rápida disposición para atenderlos  con diligencia. -Celia, replico Andrés-
 
-esta, no era la casa de Jairo, pescador de oficio, ése des complicado y alegre costeño…ha y su esposa Mina, qué tenía un niñito, que oíamos llorar bastante, pero nunca, nos lo dejaron ver.

-Celia  contesto- claro que si Andrés, ya lo recuerdo, está es la misma casona y si me acuerdo, dé esa negra, palanquera de oficio y de su, marido el  pescadores negro y jocoso, sí se suponían que tenían un niño, qué nunca no los dejaron ver.-
-Profirió Andrés-
-tienes toda la razón mi Celia, que sería de la vida de ellos, lo que estamos observando ante nuestros ojos, Es que su casa actualmente es un hotel, llamado Caribe y Mar. 
 Ahora esa casa era un hotel. ¿Qué habrá sido de los antiguos propietarios? –pensó para sus adentros Celia
El bichito del misterio, picó sus intelectos y ambos se dispusieron a dirigirse, a la recesión y al unisonó en primera instancia le preguntaron a la administradora, si sabía algo de los antiguos dueños de tan particular casona y su respuesta no tardó en llegar, fue un no rotundo.
Preguntaron a los empleados de recepción, pero sólo conocían al dueño actual y a nadie más.
Subieron a sus habitaciones, a reacomodar pertenencias y a descansar para emprender actividades del día siguiente. Celia abrió la ventana balcón. Aires salados levantaron la cortina, ondulándola a su antojo. Aspiró profundamente ese mar llevado por el viento y se dirigió a la cama, dejando abierta la ventana. 
De pronto el sonido del teléfono interrumpió sus ensueños. Andrés como buen Arquitecto restaurador de patrimonios y  buscador perenne de hallazgos, de tesoros escondidos en inmuebles de antaño, de historias guardadas en los muros. . Sintió por primera vez en su vida la impotencia de no entender en ese preciso momento, que había sucedido con los antiguos moradores de la casona.

El sueño llegó rápido.  El mar cercano murmuraba lento y constante,  mecía sus sueños.  Inmerso en ellos surgió de pronto otro rumor: el llanto cansado de un niño, un llanto que iba y venía… El sonido se fue haciendo más claro dejando el sueño atrás. Despertaron del todo. ¿Era cierto lo que escuchaban?



Celia y Andrés salieron de sus habitaciones, aturdidos y alarmados por tal indiferencia.
Celia, amiga mía, escuchas ese llanto de un niño o es una niña, a lo cual Celia profirió,-tú también lo escuchasteis, pensaba yo que era un sueño o imaginación mía.

Andrés le contesto-no mujer, es efectivamente el llanto de un niño, que indolencia carajo, dejando sentir su rabia desahogada sobre un periódico recogido, qué descargo fuertemente sobre la baranda del corredor ,produciendo un fuerte pum….,que interrumpió parcialmente el silencio de la noche.
 Es que no hay en este hotel, La persona idónea que llame a sus padres, para que reprenda a esos padres irresponsables e hijo de su amada madre…

A lo cual Celia profirió-si verdad, que indolencia verdad, qué desconsideración con ese niñito, padres desnaturalizado y, también, que falta de respecto con nosotros los turista. 


¿Dejar llorar así a un niño? Entonces ambos en ese preciso momento tomaron la determinación de dirigirse a recepción, para denunciar semejante abandono.
¿No ha escuchado llorar a un niño?
-Preguntaron al unísono al empleado de turno.-
- No,-
-¿de qué hablan?-
- De un niño que llora incesantemente,-
- ¿acaso sus padres no están en la habitación? –
-Aquí no está hospedado ningún niño, señores.-

Con expresión displicente les dio las buenas noches y dejó el mostrador, dando por terminada la conversación.

Entonces, en ese preciso momento no nos  quedó más remedio que volver a sus habitaciones.
-¿Oíste lo mismo que yo? –
-Preguntó Andrés a Celia.-
- Sí, lo mismo, es más, ese llanto triste me despertó de un sueño profundo. Ah…-
- ¿un sueño, quizás?-
- ¿Soñamos lo mismo? ¡Por Dios!-



 En sus cuartos, instalados de nuevo, procuraron dormir, el día siguiente prometía actividad, atención prolongada… pero los ruidos continuaban… ahora se sumaban al llanto del niño, golpes de puertas cerradas bruscamente, gritos de un hombre, impaciente, casi violento. Y al impulso de esa voz dominante,  el llanto empezó a decrecer… hasta desaparecer…
Fue entonces que Andrés decidió  salir de nuevo al pasillo.  Esto fue suficiente para que los ruidos empezaran  otra vez. Allá, al término del piso, detrás de la última puerta, de ahí provenían los ruidos. Se dirigió rápidamente hacia allá,  pero al llegar, el silencio se instaló de nuevo.
Recordó de pronto su estancia con los antiguos dueños,  la noche pasada allí. Estaban en el mismo piso, y esa habitación fue la única que no fue mostrada. Volvió a su mente la luz que se filtraba por la puerta,  una luz tenue…y un cuchicheo indescifrable que engañaba al oído… ¿una canción de cuna? Curiosamente nunca comentó este hecho con Celia.

Se devolvió sobre sus pasos, pero en lugar de entrar a su cuarto, siguió de largo y bajó las escaleras para tomar asiento en el vestíbulo vacío. Necesitaba tranquilidad, necesitaba aclarar su mente, sus recuerdos.


Descubrió que no estaba solo. Desparramado en un sillón, disfrutando las volutas de su cigarrillo, se encontraba el detective Ulises, antiguo asistente suyo en investigaciones misterios, en casos espéciales cómo, avistamientos de espíritus, crímenes pasionales o procesos que habían quedado en la impunidad.

Que carajos hace este detective en este hotel, no vacilo un segundo Andrés en dirigirse a su encuentro. 
Para hacerle las preguntas del caso.
-buenas noches-profirió Andrés-
Buenas las tenga usted-contesto el detective-
-en que le puedo servir, perdón con quien tengo el gusto de hablar-
Así, perdón, mi nombre es Andrés casi limas, ya nos habíamos conocido antes, No se acuerdo usted-
-el detective profirió-mirándolo muy detenidamente, logró ver las facciones del rostro de Andrés y entonces en forma expresiva, respondió- a si claro, ya me acuerdo-hace aproximadamente 10 años atrás-como pasa el tiempo.
En el rostro de Andrés se dibujó una sonrisa de complacencia y entonces le pregunto en forma angustiosa, al detective-
No escucho usted el llanto constante de un niñito-
-el detective contesto, sí, si….Lo escucho, buen hombre no se preocupe, eso tiene su explicación y su buena explicación.-
Pero por favor tome usted asiento, haciendo con su mano el gesto de extenderla invitándolo a tomar descanso.

¡No puedo creerlo, amigo! No cabe duda de que existe la Divina Providencia, saludó Andrés. Un resoplido fue la única respuesta, pero la carcajada inmediata los unió en un abrazo afectuoso. 
¿Los turistas empiezan temprano? , exclamó el detective. Andrés lo pone al tanto de eventos y circunstancias que lo tienen insomne. ¡Vaya, pues! ¿Acaso no sabe la historia?  Andrés no responde. 
Ulises se endereza en el sillón y enciende otro cigarro.  Aquí vivía una familia. Sí, la conocí, dice Andrés. ¿También sabía que tuvieron un niño deforme?  .Sin esperar la respuesta, continúa.  Nadie lo conoció, pero la servidumbre escuchaba cosas, ruidos donde no debería haber nadie.

Un día, la esposa se fue de casa. Él abandonó los negocios, se recluyó a piedra y lodo, abriendo la puerta únicamente al proveedor de licores. Así pasó el tiempo, haciéndonos olvidar que existía… hasta que un olor fétido fue el aviso de que algo terrible había ocurrido.

Lo encontraron colgado en una habitación del segundo piso, la última.  Lo perturbador fue encontrar el esqueleto de un niño acostado en su cuna.  Dicen los que lo vieron que el esqueleto era extraño, pero no hubo manera de que explicaran más.
Los enterraron juntos.  La madre no regresó más.

Guardaron silencio, Andrés pensaba en cuanto tendría que contar a Celia.
Los amigos se despidieron para encontrarse dentro de pocas horas. El amanecer estaba próximo.

Andrés subió a su habitación,  pero se encaminó a la última del pasillo… ahí, donde el llanto continuaba.  Se arrimó a la puerta y lentamente empezó a murmurar una canción de cuna…

Cabizbajo y meditabundo, cuál sonámbulo nocturno, sé encamino a la alcoba donde se hallaba, durmiendo su amiga Celia, no cesaba de cantar, esa canción de cuna, en su pensamiento se colmaban mil y un pensamiento de recuerdos afables vividos, con aquella familia jocosa costeña.
Ton, ton, ton, en forma abrupta y fuerte toco a la puerta
Una voz fuerte replico dese adentro-ya va, manito….
-profirió Celia-expectante y asustada, pues temía que algo terrible, esa noche había ocurrido y en ese instante supuso que el que golpeaba en forma insistente y fuerte, fuese el administrador del hotel, en compañía de la autoridad competente.

Más cuál sería su sorpresa al abrir la puerta de su recamara y al encontrarse con la cara transfigurada, de su amigo Andrés.
-ándale, Andrés, dime que paso….hombre.
Andrés no cesaba de cantar, esa canción de cuna.-
Celia lo tomo entre sus brazos y lo condujo hacia su lecho.
Él se dejó conducir cual niño y sentados en el borde de su  cama, La miro a sus negros ojos y sus ojos se colmaron de llantos y entre voz entrecortado le confeso la terrible verdad del caso trágico que había acabado con las vidas del dueño de la casona y su deforme hijo, La cual le había debelado  unos segundos atrás el detective Ulises segura.
Esa noche de verano, Celia se quedó acariciando los cabellos grises de su amigo Andrés, consintiéndolo, como una madre consiente a su amado hijo, después de una reprimenda, hasta las horas del amanecer. Cómo si aquel pequeño niñito, se hubiese reencarnado en el.
Celia pensaba para sus adentros… ahí mis viejos recuerdos, ahí mis amigos…que triste desenlace.

Omar W. Casilimas Mejía

Alumna: Yolanda Carrillo. Pais: México. ( Nivel Intermedio)

EL CAMINITO DEL CERRO


Es invierno en ese pueblo frio,  conformado por cerros,   caminos torcidos,  casitas salpicadas aquí y allá.
 Sus habitantes se recogen al anochecer y la quietud se va haciendo grande.  La madre y la niña salen a veces,  con gozo anticipado,  a visitar vecinas,  a jugar loterías,  a contar y a oír historias. 
 Esa noche casi no hay ruidos,  apenas el rumor de piedrecillas que algún animal nocturno ha movido de su sitio.  Luces fijas y otras parpadeantes en el cielo.  El aliento nuevo de la noche.
Toman la vereda que a está a espaldas de la casa,  la ascienden poco a poco,  sin prisas.  Al borde del camino se asienta una barda de obra.  Hay alguien allí.  Una figura frágil,  vestida con falda y blusa ligera,  fuma,  con su rostro escondido en las tinieblas.  Sólo las volutas indolentes denotan movimiento.
 La niña,  seguida de la madre,  hace sus pisadas más suaves.  No quiere que la mujer sentada tenga miedo.  Después de todo,  se encuentra de espaldas a la senda oscura.  La niña saluda, y la figura convocada gira lentamente.  Su cabeza primero,  el torso,  casi nada.
Los ojos se encuentran y es entonces que la mujer sonríe,  con dientes fríos y opacos.  Y así permanece,  así  queda.  La sonrisa captura a la niña,  la inmoviliza... luego suspira.  El hechizo se ha roto.  Después avanza,  seguida de la madre.
 Ésta se pregunta a quién habrá saludado la niña...  o tal vez ella no pronunció palabra alguna... y sólo escuchó el rumor de voces lejanas,  dulces... traídas por el aire nocturno.... Porque ahí, en  el  camino...  no había nadie.


LOS PUNTOS DE VISTA DEL NARRADOR


Punto de vista
El punto de vista es el elemento más complicado de la narración. Si bien es posible analizarlo, definirlo, esquematizarlo, se trata en última instancia de una relación entre escritor, personajes y lector que, como toda relación, tiene sus sutilezas. Podemos discutir sobre el narrador, la omnisciencia, el tono, la distancia o la credibilidad en determinado cuento, pero ninguna conclusión que saquemos lo ubicará en el mismo casillero con otro cuento.
En primer lugar debemos desechar la acepción común de la frase “punto de vista” como sinónimo de opinión, como cuando decimos por ejemplo “desde mi punto de vista debe haber pena de muerte”. La visión del autor acerca de lo que es o debería ser el mundo se nos revelará al final, según el uso que haga del punto de vista; y no al revés: identificar las creencias del narrador no sirve para describir el punto de vista en el relato. En lugar de pensar que el punto de vista consiste en la opinión o las creencias del autor, hay que tomarlo de un modo más literal, como “el punto desde donde se mira mejor”.
¿Quién se ubica dónde para mirar la escena?
O, mejor, como estamos hablando de lenguaje, las preguntas deben ser: ¿Quién habla, a quién, cómo, a qué distancia de la acción, con qué limitaciones?: aspectos todos relacionados con la elección del punto de vista. Dado que el autor quiere hacernos compartir su perspectiva, las respuestas nos ayudarán a descubrir su opinión, sus juicios, su actitud o su mensaje.
¿QUIÉN HABLA?

La primera decisión que debe tomar un autor respeto al punto de vista tiene que ver con el narrador. He aquí la clasificación más simple que se puede hacer acerca de quién habla: un cuento puede ser narrado en tercera persona (Ella pasea bajo la luz de la luna), en segunda persona (Paseas bajo la luz de la luna) o en primera persona (Paseo bajo la luz de la luna). Los relatos en segunda y tercera persona los cuenta un narrador, los relatos en primera persona, un personaje.

Alumo: Alexis Romero. Pais: Uruguay. ( Nivel Básico)

Era una guerra intensa la que se estaba viviendo en los grandes campos de Huirle. El invierno azotaba; traía grandes fríos, tormentas y lluvias de granizo que desgarraban miles escudos de metal. Los lanceros y arqueros, situados por encima de las colinas más altas, disparaban flechas y lanzas de fuego, formando en el aire gélido grandes pantallas de balas que daban justo en los escudos de madera del adversario. Cientos y cientos de guerreros caían con un último suspiro sobre la hierba ensangrentada. La naturaleza, también se defendía de los monstruosos ataques de esos humanos, escupiendo veneno en forma de gases tóxicos que penetraba en los orificios nasales de los combatientes; hasta la última gota de veneno. ¡Por los dioses! Todo el campo de batalla se veía envuelto en hedor a carniceria. Y por si fuera poco, el clima no acompañaba; las nubes no paraban de reventar en estallidos relampagueantes. Era la más dura y cruel guerra jamás vista en millones de años.
Ni pensar, que hacía solo dos días, la tímida joven observaba en el coliseo de su pueblo natal a los dos mejores guerreros; más que guerreros, sus más fieles amigos. Los miraba combatir en la arena de combate junto a un explosivo público, que no paraban de lanzar desgarradores gritos de alegría sobre aquel espectáculo de torneo  El público demostraba su satisfacción y aprecio a aquellos dos jóvenes guerreros lanzándoles polvo de pétalos de orquídea. ¡El sonido inquebrantable del acero contra el acero de aquellas dos espadas en movimiento no paraba de sorprender! Había que estar en constante movimiento para que el frio no engarrote  a los combatientes, ni al público. En los peldaños de la tribuna se ofrecía caldo hirviendo de néctar para calentar las congeladas gargantas de la muchedumbre friolenta.                                                                                                           
Pero ahora, la joven que hace unos días disfrutaba de un ardiente caldo de néctar, ahora yacía en el campo de batalla, junto a sus amigos, para salvar el reinado de Huirle.
Al dar fin a la guerra, tras miles de vidas desperdiciadas en una guerra casi que eterna, la lluvia y la tormenta dieron lugar a un tímido sol que reaparecía de a poquito. La joven y sus dos guerreros amigos, ya en lentos trotes a caballo, marcaban rumbo al pueblo hogareño; festejando en largo camino por venir, una limpia y justa victoria.  



Alumna: Lourdes Rojas. Pais : Paraguay ( Nivel Básico)

La pesca
El amanecer baña la ciudad.  Cansado, me levanto sin prisa,  serás eso de las cinco am,  el sol apura su esplendor.  Con un poco más de diligencia me preparo para la jornada pesquera. Utilizo la ropa cómoda de trabajo, camisa, bermuda, chancletas, el sombrero que me protege del caliente calor.
Agarro el canasto,  a primera hora se realiza la primera  descarga de los pescados frescos. Aunque algunos días son de poca venta y comida. El día presagia una jornada interesante,  de modo a juntar el sustento.
Con más ímpetu,  agarró el canasto rebozado de pescados para la sopa o guisados. En primer momento comienzo con los clientes fieles, aquellos que siempre adquieren uno o más pescados, los pasos luego me llevan a las tiendas de comida, y algunos negocios de venta.
A menudo,  después de las primeras ventas, me situó en una esquina donde alguno que otro accede al rico producto. El trabajo es pesado, más una familia numerosa que espera el ingreso diario, principalmente que no le falte alimentos a mis amados hermanitos.
La asistencia diaria al colegio está  pendiente, aún así en el tiempo de descanso preparo las tareas,  leo los pocos libros a los cuales me es posible acceder. Aún pienso en los otros estudios, como el de comercio y así adquirir mi propio espacio para un negocio, y ser un negociante preparado  en la región.
Me dicen que a  los que ha salido les ha ido bastante bien,  aunque no es mi deseo alejarme del pueblo,  sería necesario prosperar en la vida.  Armando grita algún conocido, ¿aún tienes pescado fresco?, si le, contesto ¿cuánto compras?
La vida en la playa es dura, eso no significa perder los sueños. Con mis quince años las oportunidades están a la vuelta de la esquina.  Descanso a la noche hasta que el sol apure el despertar. Mi padre también ha sido un gran pescador, quien me fue enseñando estos andares,   el por su edad descansa en la loncha, a veces aquejado por los dolores de la vida.
Nuevamente me visto, tomo la merienda enriquecida con trigo, miel, leche y pan. Abro la puerta, y trato de conseguir en el puesto, los mejores pescados frescos.  Entre venta y venta;  leo un libro  y anhelo sueños reales.
Algunos domingos, navego en el mar, tratando de ser un buen velero y conocer los secretos del mar. Son muchos los turistas que gustan de viajar en las embarcaciones. Los mares traen nuevos vientos y noticias dulces.
Mi piel tostada, ciertas magulladuras muestran  cansancio y malestar, no aún así me agrada el pueblo y su mar.  El mismo mar, que mañana me conduciría a una existencia más renovada, un ambiente con más alegrías.


El té
A menudo surgen ciertos problemillas familiares. Ese día Angélica debía enviar un mensaje de suma importancia, con la intención de aligerar las inciertas dificultades. El número relativamente fácil, termina con la confusión del digito correcto, intenta que recado llegue a su destino.
El teléfono sueña ligeramente, al otro lado de la región geográfica, Tomas lee los envíos misteriosos. Con cierto recaudo, se comunica, con la persona desconocida. ¿Quién pensaría en las vueltas de la vida?, Angélica contesta el aparato, apuradamente se disculpa por el error de la comunicación.
Es una dulce voz, melodiosa como una tierna canción, las fructíferas comunicaciones se extienden a días y horas. Con sutileza florece una amistad, aunque las situaciones son diferentes por el estilo de vida que a cada uno le cabía existir.
Con el tiempo, ella insiste en invitarle a las tarde de te e intensas pláticas. Tomás, debido a su arduo trabajo, con frecuencia cansado estaba en los tiempos de la merienda, matizada con algún manjar, preparado en la cocina por las doncellas.
Tomás reposa con cierto hastió, ella se concentra en el delicioso te caliente. Con elegancia sutil, espera alargar las prosperas conversaciones.
La vida de él, con escasos tonos alegres, más el esfuerzo en tiempo y fuerza, luchar por ese negocio, que significaría mayor bienestar para su bonita familia.
Los añejos recuerdos, experiencias tristes, quizá aumentaban su miedo al amor y abrirse a una comunicación profunda y duradera con Angélica.
Las tardes significaban, de tanto en tanto compartir solo el té, la vida acompañaba de felicidad debía esperar por un tiempo indefinido. Angélica insistía con la elegancia, la compañía y el apoyo a ese entrañable amigo de amor oculto.

El teléfono sueña, a otro lado nadie contesta aún. El atardecer, con la mesita de té, espera. Tomás regresaría pronto.

CONSEJOS PARA ESCRITORES


INICIAMOS CON LOS CONSEJOS:
1.  Copiar en fichas todos los finales que se nos ocurran para un relato así como sus inicios, probar todas las combinaciones posibles y elegir la más eficaz.
2. Contemplar la vida, los hechos, los sentimientos, las cosas, las palabras… con actitud de asombro, de extrañeza, y escribir a partir de las nuevas percepciones que así tengamos de todo ello.
3. Inventar nuevas formas de enfocar nuestros actos cotidianos y escribir sobre ellos.
4. Mirar los objetos de nuestra casa como si pertenecieran a otro mundo y escribir sobre la nueva forma de percibirlos.
5. Inventar un mundo en el que las personas hablen con las cosas y las cosas hablen entre sí.
6. De entre todas las ideas que se agolpan en nuestra mente, apuntar una; la más simple, la más atractiva o la primera que podamos atrapar, sin preocuparnos por perder las restantes en el camino.
7. Es bueno relajarse unos minutos antes de comenzar a escribir, concentrarse en la respiración, para dejar fluir los pensamientos; coger al vuelo palabras que pasen por la mente y llevarlas a la página.
8. Se puede trabajar con listas existentes, tales como las del listín telefónico, la carta de un restaurante o la cartelera de los cines.
9. Plantearse la mayor cantidad posible de formas de soledad existentes para desarrollar en un texto la que más nos conmueva.
10. Observar lugares bucólicos y describirlos. Extraer noticias truculentas de periódicos sensacionalistas y ambientar los sucesos en dichos lugares.
11. Estar alerta cuando nos sentimos angustiados para rescatar aquellas imágenes que dan forma a la angustia.
12. Escribir sin estar pendientes del calendario, del reloj ni de lo que consigamos; simplemente, hacerlo.
13. Escribir sobre un tema, elegido a conciencia, que nos produzca la más intensa e íntima liberación.
14. Imaginar varias situaciones que ocurren en distintos lugares a la misma hora como método para contar algo desde distintos puntos de vista.
15. Repetir un mismo itinerario mental en distintas ocasiones para comparar resultados y recoger la mayor cantidad posible de material vivencial.
16. Imaginar un viaje de afuera hacia adentro y otro de adentro hacia fuera de uno mismo y escribir “durante” el viaje.
17. Planificar un viaje interior por el territorio que sea más propicio para las representaciones imaginarias.
18. Practicar el aislamiento durante un período programado de tiempo que puede ir desde un día completo hasta una semana, un mes… y anotar lo que experimentamos en ese lapso.
19. Escribir un texto a partir de la comparación de dos realidades: recuerdos, sueños, experiencias vividas, sonidos, perfumes…
20. Escribir un texto a partir de semejanzas y diferencias que resulten de compararse uno mismo con otra persona.
21. Encontrar las palabras que más placer nos produzcan o más significaciones nos provoquen para constituirlas en componentes de una imagen.
22. Apelar a nuestros sentidos diferenciando aromas, sabores, sonidos, observaciones y sensaciones táctiles de todo tipo para incluir en nuestra lista para constituir imágenes.
23. Dividir un objeto en el mayor número posible de piezas que lo componen para jugar con ellas en un texto, llamando al objeto por el nombre de algunas de esas piezas o partes.
24. Inventar situaciones, personajes, conceptos que nos permitan transgredir las funciones del lenguaje.
25. Reunir todo tipo de géneros y discursos y a partir del contraste entre dos de ellos, para constituir una narración: noticias periodísticas, telegramas, poemas, diálogos escuchados al pasar, etcétera.
26. Analizar todo tipo de palabras buscando la mayor cantidad de explicaciones posibles que en torno a ellas nos aporta material para un texto o nos permite, directamente, constituir el texto.
27. Inventar imágenes inexistentes, con mecanismos similares a los productores de frases hechas, y desplegarlas literalmente en un texto.
28. Tomar una idea conocida y asombrarse frente a ella como si nos resultara desconocida como método para conseguir material literario.
29. Coleccionar refranes de distintas procedencias para trabajar con ellos en un texto.
30. Inventar refranes y jugar con su sentido literal.
31. Prestar atención a los episodios cotidianos, y convertir cada mínimo movimiento ocurrido en un espacio común -un bar, el metro, un edificio, la playa- en un episodio capaz de desencadenar otros muchos.
32. Elegir momentos a distintas horas del día y describir todo lo que sentimos y lo que sucede a nuestro alrededor, más cerca y más lejos.
33. Inventariar palabras a partir del alfabeto y crear entre ellas un itinerario, el esqueleto de una historia.
34. Tomar todo tipo de secretos: un “secreto de familia”, un “secreto de confesión”, “el secreto de estado”, “el secreto profesional”, como motores de un texto.
35. Hurgar en nuestro mundo interior, rescatar de él algún aspecto que no nos atrevemos a expresar y ponerlo en boca de un personaje.
36. Confeccionar una lista de afirmaciones y otra de negaciones como posible material para un texto en el que se omita algo específico.
37. Invertir el mecanismo lógico: secreto/confesión, es una manera de enfrentar la ficción. En consecuencia, partir de una confesión para luego inventar el secreto.
38. Emborronar folios durante diez minutos exactos cada día. Al cabo de cada mes (y por ninguna razón antes) leer lo apuntado. Dicha lectura constituirá una grata sorpresa para su autor. Dado que escribió asociando libremente, el material acopiado será heterogéneo y muy aprovechable para ser transformado en texto literario.
39. Contar lo diferente y no lo obvio de cada día.
40. Trazarse un boceto de escritura “en ruta” y atrapar las ideas susceptibles de ser incorporadas a nuestra futura obra.
41. Recopilar anécdotas ajenas y apropiarse de algún detalle de cada una o de su totalidad.
42. Del intercambio de textos con otros escritores pueden surgir propuestas y comentarios reveladores.
43. Imitar una página del texto de un escritor consagrado y comprobar el ensamblaje de las palabras.

44. Rescatar la espontaneidad del niño. Jugar y crear con todo lo que se tiene a mano.