Autora: Glennys Miranda
Alumna curso de Técnicas Narrativas.
Todos
los invitados ya habían llegado para la cena anual en honor al Alcalde de la
ciudad. El evento se había estado planeando desde hace ya más de seis meses,
en la casa de playa del Ministro de
Estado. El verano era la mejor temporada para realizar una cena: el atardecer
rojizo y naranja del cielo, los cuerpos completamente bronceados y, sobre todo,
muchos paparazis de vacaciones sin que los sigan, sin que los graben
embriagados por la mejor cepa de vinos del alcalde.
La
casa de playa recién comprada del Ministro, ¡era perfecta! Casi ningún medio
sabía de su compra y mucho menos que se ubicaba a 200 kilómetros hacia el sur
A
diferencia del resto de casas de playa, esta ocupaba la tercera parte de la playa
Santa María. Era lo suficientemente espaciosa para acoger a los 75 invitados a
la cena. Todos ellos de los altos puestos del gobierno, acompañados de sus
distinguidas esposas. Todos menos el Ministro que hace poco acababa de
separarse por sus famosos affaires con sus secretarias.
La
casa estaba pintada completamente de color blanco hueso. Tenía gran pileta con
dos sirenas besándose en medio del patio de la entrada. La casa estaba
conformada por dos cuartos principales y
13 cuartos de invitados, por si alguien pensaba pasar la noche ahí. Dos
salones con ventanales que iban desde el techo hasta el piso, decorados con
granitos color azul. Cinco cuartos de servicio, tres piscinas con una cueva en
el mejor que una a las dos más grandes, y por supuesto, la oficina del
Ministro, decorada completamente con sus trofeos de futbol, diplomas de honor
por sus estudios realizados y los diplomas de sus hijos, placas de
reconocimiento por su trabajo, fotografías con altos mandatarios del mundo y
fotos de el de cacería.
El
Primer Ministro, un hombre robusto y barbón de 45 años, conocido entre sus
amigos por su “buen diente”, se alistaba para dar inicio a la cena en su
recamara. Miraba de rato en rato su figura regordeta en el espejo de cuerpo
entero en su cuarto, mientras volvía a acomodarse por décima vez la pajarita
azul oscuro que llevaba en el cuello de su blanquísima camisa sobre el frac
negro que llevaba a pesar del calor intenso de verano. Siempre había creído que
una buena imagen era lo más importante para ese tipo de celebraciones.
Se
admiró por última vez la barba negra recién cortada y se puso colonia en el
resto para dirigirse de una vez por todas al salón principal donde estaban sus
invitados charlando y comiendo camarones en una pileta de plata, llena de una salsa rojiza.
Cuando
llegó al salón principal, se confundió entre todos los invitados y se tomó la
molestia de saludar a cada asistente.
A
las siete de la noche, el mayordomo de la casa, vestido completamente de frac
negro, hizo sonar su campanita de plata invitando a todos los asistentes a
pasar al comedor principal.
Todos
se acomodaron en la mesa. Los hombres
trataban de sentarse cuidando que su frac no se arrugue y las mujeres se
acomodaban cuidando de no perder la elegancia en la cena.
La
entrada, langostinos envueltos en una hoja de bambú y bañados en salsa de
ostión con piña, fue un total éxito entre todos los asistentes. Muchos de ellos
empezaron a mandar sus felicitaciones al chef con los mozos. El plato de fondo
fue muy esperado entre todos, sobre todo, entre el Ministro que estaba
famélico, no había probado bocado y mucho menos agua desde la cena de la noche
anterior. El plato de fondo fue servido
por todos los mozos a los comensales, casi al mismo tiempo: Bistec enrollado
con finas hiervas, acompañado de puré de mantequilla y salsa de zarzamora
agridulce. El mismo chef salió de la cocina hasta el comedor y entre los
aplausos de todos pidió que disfruten su última fusión creada especialmente
para esa ocasión.
Todos
empezaron a comer con muchas ansias. El Ministro se llevó el primer bocado a
mucha prisa, pero nadie se dio cuenta de su hambre ya que como el, muchos se
llevaban el tenedor cada tres segundos a la boca. El primer bocado le pareció
fascinante, sintió la explosión de sabores dentro de su paladar, creyó, en ese
momento mientras pasaba la carne con un poco de agua, que el chef Ryan era el
mejor de toda la ciudad.
El
segundo bocado le pareció algo extraño, el delicioso y jugoso bistec empezaba a
tomar un sabor picante con cada masticada que le daba. De pronto la carne
empezó a quemarle la boca, cada masticada que daba aumentaba el picor a tal
punto que no resistió más y se sacó el pedazo de carne con la servilleta.
Inspeccionó la carne, sin que nadie lo notase y lo llamase asqueroso, estaba normal,
no tenía nada extraño. Tomó un sorbo de agua para calmar el picante, mientras
observaba que a nadie le estaba pasando lo mismo, el agua no le refrescó la
boca, al contrario, sintió que ese sorbo había reposado por un segundo en su
lengua y bajado, como si fuese un tobogán su lengua o hubiese un hueco en ella,
hasta la mandíbula inferior, como si su lengua no existiese.
Se
paró sin decir alguna palabra, aunque notó que nadie se había percatado que se
tenía que ausentar del comedor por un momentos, todos conversaban entre ellos,
hasta los mozos, llevándose de rato en rato un pedazo de carne a la boca.
Caminó
a paso lento hasta el hall de la casa donde recordó que había un espejo de
medio cuerpo decorado con pan de oro en los bordes, quería verse la boca,
sentía que algo iba mal en ella ya que no podía sentir su lengua y estaba
empezándole a quemar la garganta.
Abrió
la boca muy grande y sacó la lengua de inmediato. Sus ojos se entreabrieron al
ver lo que le había pasado, empezó a sudar completamente, su corazón se agitó
mucho y estuvo a punto de darle un ataque de asma, que siempre lo acompañó en
su vida. Quiso gritar, es más lo intentó, pero no pudo hacerlo, solo brotó un
extraño ruido de sus cuerdas vocales que parecía una ahogo.
Inspeccionó
de nuevo su boca que no la había cerrado en todo ese tiempo. Miró de todos los ángulos
su lengua, pero de todos los lados se notaba la tragedia que empezaba a
azotarlo: Tenía un hueco en medio de la lengua que se le agrandaba hasta tocar
su faringe. No podía parar que se siga agrandando luchó un momento por tratar
que no se esparza, pero le fue imposible. En tres minutos ya había llegado a
destruirle la faringe y se empezaba a esparcir entre sus órganos. Dos minutos
después, el Ministro yacía en el piso, con los ojos abiertos y una mirada de
terror con la boca aun abierta. Lo encontró el mayordomo de la casa, pensaba
que había muerto de un ataque de asma, pero supo que no fue eso cuando vio que
tenía solo un pedazo de lengua entre los
dientes.
“Ha
sido la noticia del día, de la semana, del mes”- Exclamaba un reportero
dominical- “¿Acaso tomó ácido que le
destruyó todos los órganos? ¿Qué químico tan poderoso le han dado que le
destruyó los órganos y ni siquiera lo hizo sangrar?” eran los más usuales comentarios
de los periodistas cuando entrevistaban a los doctores, a los químicos, a los
policías que llevaban el caso, a los invitados y al chef que lo acusaban de
homicidio.
-Si
fue el chef, debió de haber actuado con los mozos porque ellos fueron los que
sirvieron los platos a los invitados- Había comentado un invitado a la cena al policía
Juarez, el hombre encargado a dedo de la investigación.
Juarez,
recientemente nombrado el investigador que vería el caso del Ministro, no se
sentía preparado para tal caso. Tenía 35 años y 20 ya como policía, entró a muy
temprana edad a trabajar ya que su padre, quien había pertenecido al mejor
departamento de investigación de todos los tiempos, exactamente en el cargo de
casos sin resolver o que nadie quería hacerse cargo necesitaba a un asistente,
que le vea mas que nada la papelería de los implicados.
Nunca
hizo los exámenes correspondientes para entrar al cargo porque su padre de un
solo carajeo ordenó a todos que desde ese momento él era un nuevo policía de
investigación y que esperaba que en media hora su hijo tenga ya su placa
correspondiente. Nunca sintió que tenía un cargo nepotista, al contrario,
siempre sintió que trabajaba más que todos en el departamento y odiaba eso,
pero sabía que con cada nuevo caso se sentía como un héroe para la familia del
asesinado, aprendía a buscar entre
detalles o pequeños errores de los homicidas cómo se había planeado y ejecutado
un crimen. De su padre heredó la típica frase de que un homicidio nunca es y
será perfecto, siempre hay algo, algún pequeño detalle que lleva el nombre y
apellido del asesino. Siempre, pensaba, esa fue la mejor herencia que le dejó
su padre, antes que este se retire del cargo.
Su
aspecto de cuerpo pálido y muy delgado, casi anémico, revelaba que siempre fue
muy soso para los deportes. A diferencia de su padre, él siempre había sido
miope, desde que tenía tres años ya usaba lentes. Había tenido la oportunidad
de operarse, pero por la investigación minuciosa que hacía a cada elemento en
la escena del crimen creía que si se operaba la miopía le regresaría a los dos
años.
Nunca
antes había visto al Ministro en persona, hasta ese día que tuvo que ir a su
casa de playa a examinar el cuerpo tendido en el piso, rodeado de cintas
amarillas y de muchos periodistas curiosos que se peleaban entre ellos para
tomar una foto o encontrar algún dato que les ayudara en su reporte. Al llegar
a la casa, pidió que todos se muden a la sala mientras el examinaba el cuerpo,
odiaba trabajar con gente que mirase todo lo que el hacía. Había adquirido la
filosofía de entender que su trabajo solo necesitaba una persona: él solo. Una
vez que todos se fueron hacia la otra sala, inclusive los policías, se colocó
sus audífonos, le dio play a su disco de jazz clásico de Ressart y saludó al
muerto:
-
Disculpe, pero con su permiso, vamos a ver quién lo ha matado- le dijo al
cuerpo del Ministro tendido boca arriba, con la boca abierta.
Se
colocó los guantes al compás de Ressart, se tomó la molestia de cerrarle los
ojos, ya que nadie lo había hecho y con una linterna examinó su boca. Un vació
completamente negro le corroboró que, efectivamente no tenía ningún órgano
intacto, todos habían sido disueltos. Encontró el pedazo de lengua entre su
maxilar inferior y sus dientes, lo único en la boca que aun permanecía en su
sitio. Lo cogió y empezó a examinarlo minuciosamente, cuando apenas le dio la
vuelta para verificar que el color de de un lado sea el color del otro lado,
encontró algo que le llamó la atención. En la parte reversa de la lengua había
unos pequeños garabatos que al parecer eran números, lo tuvo que ver bien con
una lupa.
-
Sí, son números…parecen que le hubiesen grabado la lengua con un fierro
caliente o peor aún, se lo hubiesen grabado con ácido- Se dijo, tratando de
adivinar qué números eran- 0110901…0110901… ¡Qué demonios! 0110901… ¿Qué
significan esos números?- Exclamó tratando de recordar si en todos sus años
como investigador había visto un caso parecido y no encontró que ningún
homicida haya logrado tal magnitud de fechoría.
-
¿Qué encontró de nuevo?- Le preguntó un policía, que como muchos periodistas
aguardaban por saber las nuevas noticias.
-
Aun no estoy muy seguro, todo es muy extraño…o todo fue muy pronosticado o nos
encontramos con el mayor psicópata de todos nuestros tiempos.
Esta
vez no quiso llevarse el cuerpo a su casa para examinarlo mejor, no habían
encontrado huellas externas al cadáver y sentía que no tenía caso llevárselo
por las puras. Solo se llevó el pedazo de la lengua que era lo que le llamaba
la atención del caso.
Cuando
llegó a su casa, se quitó la camisa de cuadros que siemo0re usaba cuando tenía
que ir a visitar las huellas del caso y se metió de frente a la tina, sin
haberse quitado los pantalones y los zapatos. Había estado esperando ese
momento todo el día, meterse en un baño refrescante que le calme el cuerpo de
todo el calor del día.
Estuvo
en silencio, con la boca arriba, cuando empezó a recordar todo lo que sabía del
Ministro: Separado hace unos meses de su esposa cuando salieron a la luz todas
sus infidelidades, sus mismas secretarias fueron las que vendieron la noticia a
los medios y contaron con lujo de detalles cómo el las adulaba hasta
convertirlas en sus amantes, ganó el año pasado el premio al hombre más
emprendedor por sus negocios de cafés- camas, en la universidad fue el único
orador que participó en el III foro mundial de Economías Rentables Futuristas y
desde ese momento muchos partidos políticos pusieron el ojo en el, aunque al
inicio no le agradaba mucho la política. Tenía tres hijos que desde su
separación iban cada tres semanas a pasar la noche con él en su casa de campo.
Por su conocida afición a la comida, había sido jurado, años atrás, en varios
reallitys de gastronomía tanto nacional como internacional, hasta le
propusieron crearle un programa donde él impulsaría, tras conocer la sazón de
los invitados, a los nuevos iconos de la gastronomía del país, pero quedó en
palabras cuando decidió apoyar la candidatura del presidente Fernández y aceptó
ser nombrado como el Primer Ministro de estado. Casi no tenía enemigos, fuera
de sus amantes, ya que siempre daba la imagen de ser un hombre bonachón, medio
cómico en sus entrevistas y uno de los máximos donadores en las campañas de
recaudación de fondos para los más necesitados.
Ya
habían interrogado a casi todas sus amantes, familiares, mozos, trabajadores,
esposa, chefs. Revisado las cámaras de vigilancia y no había nada sospechoso,
es más durante los últimos días no había tenido ningún invitado a sus casas y
él había estado llegando siempre puntual a la cena, que siempre había preferido
comer de noche en su casa que ir a algún restaurant. Comía a grandes bocados
sin detenerse a respirar o a tomar agua, generalmente, cuando cenaba casi nunca
tomaba algún liquido con sus comidas.
-
¿Cómo se le habían disuelto todos los órganos sin haber sangrado, sin haber
encontrado ningún residuo de ácido en los maxilares, porque ya no se puede
investigar el estómago que no existe, sin ninguna visita durante los últimos
días, ni siquiera las cámaras interiores mostraban un comportamiento extraño de
sus empleados? ¡Esto es muy raro!- Pensaba, mientras recordaba los números que
yacían en su lengua.
Sabía
que no lograría solo descubrir la causa de la muerte del Ministro, así que
decidió visitar a su padre por la mañana del día siguiente.
Apagó
su carro, un corona azul del 98 y se dirigió hacia el pórtico de la casa de su
padre. Él estaba en la sala, sentado en su mecedora de cuero negro, con el
televisor prendido, pero sus ojos puestos en el crucigrama del diario, con las
cortinas cerradas porque odiaba la luz del sol que recaía en sus muebles en verano.
-
Hola, viejo- le dijo- Cómo es…- De pronto fue interrumpido.
-
¡Shh shh! ¿Cómo se llama la punta del
pasador?- Murmuró-… ¡Acetato!- Gritó- Lo tengo, ¡ajam! ¡Otro crucigrama
resuelto en solo cinco minutos!
-
Tengo que hablar contigo- Lo interrumpió.
-
Si me vienes a pedir ayuda con el caso del Ministro, yo ya estoy muy viejo para
esos trotes, aparte, no pienso examinar el cadáver de un amigo mío, eso nunca
lo he hecho y no lo pienso hacer a estas alturas de la vida- Respondió,
cerrando el periódico.
-
Vamos pa… no te pido que veas su cadáver, sino su lengua- Contestó, sacando de
su bolsillo del blazer una bolsa transparente con el pedazo de lengua cubierto
de pequeños trozos de hielo seco envueltos en retazos de tela.
-
No me pides que vea su cuerpo que siempre he visto y me pides que observe su
lengua que jamás en mi vida me detuve a observar- Cogió la bolsa y sin abrirla
la examinó- ¿qué tiene de extraordinario un pedazo de carne?
-
Tiene unos números incrustados en la parte reversa de la lengua…- respondió
-
0110901… ¿investigaste qué pueden ser?
-
Todo viejo, desde sus números de registro, tarjetas números de teléfonos que
haya tenido, historial médico, carnet y todo lo que se haya referido en vida al
Ministro.
-
¿Has intentado cambiarle el orden a ellos?
-
Ya lo hice, hasta ecuaciones con ellos, pero no me dan ninguna pista.
-
Déjame la lengua y regresa en la tarde, veré qué puedo hacer.
Juarez
se retiró tal como se lo pidió. Sabía perfectamente que no lo había votado por
investigar el trozo de músculo del Ministro, sino porque su padre sentía una
pequeña nostalgia saber que un gran amigo suyo había muerto y le tomaría unos
minutos poder abrir la bolsa, tomar el trozo de lengua y empezar a analizarlo.
Regresó
a la casa de su padre al promediar la noche, abrió la puerta y lo encontró
sentado en el comedor con un pilar de papeles acomodados y algunos
desparramados en la mesa. Todos ellos tenían el número 0110901 repetido
infinidad de veces. Todo estaba junto a una ficha personal que conservaba su
padre del Ministro. En si, su padre, cuando se retiró pidió al departamento que
le elaboren una ficha personal por cada individuo con un cargo importante en la
ciudad, solo para matar los días de retiro fuera del departamento. Le gustaba
mucho analizar a las personas, pero como había decidió exiliarse de todos y
odiaba recibir visitas, decidió llevarse en cientos de papeles la vida de cada
persona a casa. El departamento no pudo negarle su deseo y trabajaron nueve
meses en terminar las fichas de 250 personas que laboraban para el estado.
Al
sentir que su hijo cerraba la puerta, alzó la mirada por encima de sus lentes
para reconocer que se trataba de su hijo y volvió su vista hacía los papeles.
-
Tu asesino se llama Julio le Osma Viserpool- le dijo alcanzándole un papel
lleno de números.
-
¿Estás seguro?
-
¿Me estás diciendo que me he equivocado? ¿A mí?- respondió parándose del
comedor y dirigiéndose a prender la televisión.
-
Solo que no entiendo cómo lo has hecho.
-
Es fácil, solo lee el papel que te he dado.
-
Pero… acá hay puros garabatos
-
Lee de nuevo
Acercó
de nuevo la vista hacia el papel y observó cada número de la serie: 0110901
detenidamente. Tomó asiento y los vio, estaba escrita la serie por todos lados,
sin siquiera haber cambiado de sitio los números. La vio detenidamente y se
concentró en la serie que estaba circulada en medio de la hoja.
-
0110901, ¿qué esconde este número?- Susurró. Escuchó como su padre tosió y se
acomodó de nuevo en su mecedora viendo las noticias que todas hablaban del
homicidio.
-
Pobre hombre, pensar que nosotros estuvimos presentes cuando se conoció con el
asesino- Exclamó su padre.
-
Pero ¿Cómo?- pensó para si
De
pronto se le vino a la mente un recuerdo. Era el año 2000, estaban en la
recolección de la cosecha de zarzamoras, cuando su padre ya pensaba retirarse y
el acababa de ser ascendido como jefe del departamento de investigación. Habían
asistido por invitación del alcalde de esa época quería aprovechar la ocasión
para que todos degusten su nueva sepa de vinos. De pronto el Primer Ministro,
recién nombrado, se acercó a saludar a su padre y este lo presentó. Casi todos
los asistentes se conocían entre si, pero el Primer Ministro, como había estado
de gira como jurado gastronómico había perdido la costumbre de asistir a los
eventos sociales y había mucha gente nueva para el en la fiesta. Fue su padre,
que era amigo del Ministro desde hace ya más de diez años, quien se encargó de
presentarlo ante todos.
-
Julio le Osma Viserpool estuvo presente en ese evento, comiendo y saludando y brindando
con todos. Recuerdo que el Ministro se llevó muy bien con él desde el momento
que se conocieron, no entiendo en qué momento quiso asesinarlo.
-
Es simple, si haces una fiesta en honor al Alcalde, al nuevo Alcalde e invitas
a la crema innata de la sociedad, a todos, menos al antiguo Alcalde, quiere
decir que estás apoyando su gestión del nuevo Alcalde Juan Petri Raymundo, el
mismo que se encargó de hundir a Julio le Osma por todas las irregularidades de
su alcaldía.
-
Pero, ¿cómo ha podido diluirle todos los órganos?
-
¿Alguna vez tomaste sus vinos que tanto elogiaba?
-
En esa celebración casi lo hago, pero no pude porque al final nunca abrieron
ninguna botella de vino de su cepa.
-
Nunca los tomé tampoco, pero siempre me dijeron que un trago de ese vino era
como tomar fuego.
-¿Y
cómo logró envenenarlo?
-
Según las investigaciones, ambos estuvieron reunidos en el almuerzo de
confraternidad de los Misioneros Fraternales y en cada ocasión Julio Le Osma
aprovechaba el momento para vanagloriar sus vinos. Esa vez no lo hizo, a pesar
que llevó, como siempre, un par de ellos. Lo sé porque yo estuve ahí, por
invitación del padre de la iglesia, solo que me retiré temprano; sin embargo,
estuve el tiempo suficiente para ver a todos y saber que esta vez Julio no nos
ofreció su cepa.
-
Ahora está todo claro…solo que no entiendo algo, ¿cómo pudo grabarle esos
dígitos en su lengua?
-Esos
números no son simplemente números, esconden el año de elaboración de sus vinos.
001119 significa día 19 del mes 11 del año 2000: 000-11-19. La forma como
quedaron grabados en su lengua no sabría decirte. Ya me duele mucho el corazón
saber que ha muerto como para investigar a estas alturas de mi vida qué
escondía esa fecha.
Más
tarde, cuando Julio le Osma fue encontrado culpable, me enteré que el día 19
del mes 11 del año 2000, solo elaboró una botella de vino, a pesar de ya tener
el permiso para elaborarlos. Casi nadie sabe qué insumos usó y menos cómo logró
que esa fecha quede grabada en la lengua del Ministro, pero cuando fui a enfrentarlo,
a decir que el había sido el culpable de su muerte, no sentí el miedo que
muchos homicidas tienen al ser descubiertos, al contrario parecía que estuviese
contando los días que lograba descifrar el acertijo. Por más investigaciones
que hice, todos los interrogatorios jamás logré que me diga cómo lo hizo. Era
indudable que el vino estaba lleno de ácidos capaces de disolver los órganos
enteros de una persona, pero ningún tipo de químico te deja grabado en la
lengua el número. No sé si algún día lo averigüe, pero después de meses de
investigación supe que nunca encontraron la botella y el mismo Julio me
confirmó que el Ministro solo tomó un sorbo del vino y luego la confundió entre
miles de botellas de un establecimiento en un gran centro comercial. Si tu
botella tiene en la base unos números extraños, es mejor que no lo tomes, es
mejor que ni la abras. Es mejor que ni la compres.
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