Autor: Omar Casilimas M.
Alumno del curso Técnicas Narrativas
(Colombia)
CAPITULO I
Remembranzas de la Villa
de las Acacias del rio Yuma.
Amapola Hernández
Esa hermosa mañana primaveral se despertó Amapola Hernández muy
temprano como de costumbre a eso de las 4 am de la madrugada, a hacer los
quehaceres diarios de su rancho de bareque y techo de zinc oxidado , el cual se
hallaba distribuido en su interior por un pequeño estar con una escalera
entablada en madera de bolillos torneados en cedro junto con su pasamanos de un
estilo art nuevo, que estaba de moda en la época a mediados del siglo
veinte y un pequeño cuarto de estar al cual se accedia por un portón de
dos alas ,entablado en cedro pintado de verde esmeralda y sus altorrelieves
tallados de la madera eran resaltados con color rojo y estas puertas tenían la
particularidad de rematar en el umbral superior en una celosía en triples
tallada en formas de hojas que combinaban con el art nuevo de la escalera
interior. Que por su diseño curvilíneo la hacían la dueña de casa.
Y en el mismo espacio del estar contiguo al mismo el comedor con
sus seis sillas torneadas del mismo estilo art nuevo, remataba en un muro de
celosías en cemento de formas de pétalos de margaritas, el cual hacía de biombo
para ocultar la cocina y por último un pequeño baño.
En la planta baja del rancho se había distribuido tres grandes
habitaciones en forma lineal que daban a estos espacios del estar y el comedor ,
completamente libres.
La altura promedio de esta construcción era de 4 m y esta alucia (no
encontramos el concepto de esta palabra) la búsqueda de ventilación e
iluminación para los mismos, las habitaciones se hallaban separadas por paredes
de bareque las cuales las hacían frescas, típica construcción de clima caliente
y de la Ciudad de Girardot.
Ya en su segunda planta ascendiendo por la escalera se llegaba a un gran
corredor amplio por cierto entablado en madera con un pasamano de bolillos de
macana y esta estructura era sostenida por pilastras de 4 metros con vigas de
madera cada tres metros. Dicho balcón miraba hacia el rio grande de la Magdalena,
hermoso paisaje portuario pluvial.
Amapola se dirigió hacia sus queridas plantas ornamentales a
revisarlas y a observar sus frutos, sus hermosas flores las cuales le daban
vida a los habitáculos de su hogar y que ese instante mágico de comunión con la
naturaleza, ella los comparaba con los rayos del sol; él ,frescor de los
riachuelos y la esperanza de la primavera.
Y veía como sus frondosos helechos, sus hortensias, sus orquídeas
transformaban su árido corredor entablado en madera de cedro y su antepecho de
bolillos de macana en un ambiente fresco y acogedor en esos cálidos veranos.
En un rincón del mismo remataba las atarrayas y el chichorro y una
pequeña butaca en madera rolliza, que era sitio de trabajo de Pedro Ruíz,
cuyo oficio era el de pescador , su amado esposo.
Donde en silencio y de madrugada fumándose un chicote acompañaba a su
amada Amapola, tejiendo sus chinchorros y atarrayas.
Como una hormiguita sentada en su butaca Pedro Ruiz, tejía como una
araña las redes de pesca y uno a uno esa serie de hilos
tejidos y amarrados a una relinga superior o de flotadores y a una relinga
inferior de plomos , iban tomando forma día a día , aquella trampa que se
emplea para capturar peces. Y aquel rincón se había convertido en vitrina de
ventas en donde se hallaban pendientes los tipos de atarraya ya bordados y
terminados ,las redes pasivas o red cortina y las redes activas o red de cerco o
arrastre elaborados con fibra natural de cáñamo , algodón o con fibras
sintéticas de nailon.
Pedro Ruiz les aclaraba a sus
clientes lo bogas y playeros del rio grande de la Magdalena los diferentes
tipos y precios de las redes, ésta es una red nasa, ésta es una red de cerco, ésta
red es un tras mayo, este pequeño es un copo y estas redes grandes son mis
queridas atarrayas.
Con ellas caballeros ustedes
pueden atrapar peces como tolombas, nicuros, bocachicos, capazces(no se si esta
palabra esta bien escrita) e inclusive las cuchas que se entierran en lecho del
rio.
Y en aquel ambiente de reposo
y de trabajo en que se había convertido este amplio corredor se observaba en
cada rincón la mano de su mujer, buena parte del hechizo encantador del mismo
obedecía a las flores recién cortadas y colocadas en jarrones de vidrio Morano
sobre una consola
Amapola conocía el tiempo
limitado de su vivencia, para sus adentros decía las margaritas y los girasoles
me duran dos semanas, los claveles y los crisantemos me duran una semana,
estas flores hacen juego con mis frondosos helechos y mis chulas y crotos
sembrados en esta maceta.
Y en verdad lograba crear un
espacio que despertaba una sensación de suavidad de forma natural y relajante,
dejando de lado esos adornos tiesos y formales de los cuadros que contenían
figuras o composiciones rígidas tan en boga en los amplios salones de los
hoteles.
Muy a menudo en el vestíbulo y
rellanos que precedía a la escalera ella colocaba un caldero de cobre repleto
de flores silvestres sobre una pequeña repisa, cuya función era recibir al
visitante con una corriente calidad de amor y de belleza de la madre naturaleza
similar a una corriente de aire fresco.
Y en los rellanos de la
escalera ,en donde se encontraba una pequeña ventana con perspectiva un tanto
melancólica evocando esa bella época dorada que estaba viviendo el municipio de
Girardot como centro portuario del interior del país ,lo
trasformaba con la previa colocación de un estante de cristal con
un invernadero en
miniatura conjugando sus adoradas plantas , con alguna figurita de animales
como cebras,elefantes,delfines de cristal de color consiguiendo de esta forma
cuando el astro rey dejaba colar sus haces de rayos ,aspectos realmente
insospechados al ojo humano.
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