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lunes, 2 de septiembre de 2013

Alumna: Lourdes Rojas. Pais : Paraguay ( Nivel Básico)

La pesca
El amanecer baña la ciudad.  Cansado, me levanto sin prisa,  serás eso de las cinco am,  el sol apura su esplendor.  Con un poco más de diligencia me preparo para la jornada pesquera. Utilizo la ropa cómoda de trabajo, camisa, bermuda, chancletas, el sombrero que me protege del caliente calor.
Agarro el canasto,  a primera hora se realiza la primera  descarga de los pescados frescos. Aunque algunos días son de poca venta y comida. El día presagia una jornada interesante,  de modo a juntar el sustento.
Con más ímpetu,  agarró el canasto rebozado de pescados para la sopa o guisados. En primer momento comienzo con los clientes fieles, aquellos que siempre adquieren uno o más pescados, los pasos luego me llevan a las tiendas de comida, y algunos negocios de venta.
A menudo,  después de las primeras ventas, me situó en una esquina donde alguno que otro accede al rico producto. El trabajo es pesado, más una familia numerosa que espera el ingreso diario, principalmente que no le falte alimentos a mis amados hermanitos.
La asistencia diaria al colegio está  pendiente, aún así en el tiempo de descanso preparo las tareas,  leo los pocos libros a los cuales me es posible acceder. Aún pienso en los otros estudios, como el de comercio y así adquirir mi propio espacio para un negocio, y ser un negociante preparado  en la región.
Me dicen que a  los que ha salido les ha ido bastante bien,  aunque no es mi deseo alejarme del pueblo,  sería necesario prosperar en la vida.  Armando grita algún conocido, ¿aún tienes pescado fresco?, si le, contesto ¿cuánto compras?
La vida en la playa es dura, eso no significa perder los sueños. Con mis quince años las oportunidades están a la vuelta de la esquina.  Descanso a la noche hasta que el sol apure el despertar. Mi padre también ha sido un gran pescador, quien me fue enseñando estos andares,   el por su edad descansa en la loncha, a veces aquejado por los dolores de la vida.
Nuevamente me visto, tomo la merienda enriquecida con trigo, miel, leche y pan. Abro la puerta, y trato de conseguir en el puesto, los mejores pescados frescos.  Entre venta y venta;  leo un libro  y anhelo sueños reales.
Algunos domingos, navego en el mar, tratando de ser un buen velero y conocer los secretos del mar. Son muchos los turistas que gustan de viajar en las embarcaciones. Los mares traen nuevos vientos y noticias dulces.
Mi piel tostada, ciertas magulladuras muestran  cansancio y malestar, no aún así me agrada el pueblo y su mar.  El mismo mar, que mañana me conduciría a una existencia más renovada, un ambiente con más alegrías.


El té
A menudo surgen ciertos problemillas familiares. Ese día Angélica debía enviar un mensaje de suma importancia, con la intención de aligerar las inciertas dificultades. El número relativamente fácil, termina con la confusión del digito correcto, intenta que recado llegue a su destino.
El teléfono sueña ligeramente, al otro lado de la región geográfica, Tomas lee los envíos misteriosos. Con cierto recaudo, se comunica, con la persona desconocida. ¿Quién pensaría en las vueltas de la vida?, Angélica contesta el aparato, apuradamente se disculpa por el error de la comunicación.
Es una dulce voz, melodiosa como una tierna canción, las fructíferas comunicaciones se extienden a días y horas. Con sutileza florece una amistad, aunque las situaciones son diferentes por el estilo de vida que a cada uno le cabía existir.
Con el tiempo, ella insiste en invitarle a las tarde de te e intensas pláticas. Tomás, debido a su arduo trabajo, con frecuencia cansado estaba en los tiempos de la merienda, matizada con algún manjar, preparado en la cocina por las doncellas.
Tomás reposa con cierto hastió, ella se concentra en el delicioso te caliente. Con elegancia sutil, espera alargar las prosperas conversaciones.
La vida de él, con escasos tonos alegres, más el esfuerzo en tiempo y fuerza, luchar por ese negocio, que significaría mayor bienestar para su bonita familia.
Los añejos recuerdos, experiencias tristes, quizá aumentaban su miedo al amor y abrirse a una comunicación profunda y duradera con Angélica.
Las tardes significaban, de tanto en tanto compartir solo el té, la vida acompañaba de felicidad debía esperar por un tiempo indefinido. Angélica insistía con la elegancia, la compañía y el apoyo a ese entrañable amigo de amor oculto.

El teléfono sueña, a otro lado nadie contesta aún. El atardecer, con la mesita de té, espera. Tomás regresaría pronto.

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