La
pesca
El amanecer baña la ciudad. Cansado, me levanto sin prisa, serás eso de
las cinco am, el sol apura su
esplendor. Con un poco más de diligencia
me preparo para la jornada pesquera. Utilizo la ropa cómoda de trabajo, camisa,
bermuda, chancletas, el sombrero que me protege del caliente calor.
Agarro el canasto, a primera hora se realiza la primera descarga de los pescados frescos. Aunque
algunos días son de poca venta y comida. El día presagia una jornada interesante, de modo a juntar el sustento.
Con más ímpetu, agarró el canasto rebozado de pescados para la sopa o guisados. En primer
momento comienzo con los clientes fieles, aquellos que siempre adquieren uno o
más pescados, los pasos luego me llevan a las tiendas de comida, y algunos
negocios de venta.
A menudo, después de las primeras ventas, me situó en
una esquina donde alguno que otro accede al rico producto. El
trabajo es pesado, más una familia numerosa que espera el ingreso diario,
principalmente que no le falte alimentos a mis amados hermanitos.
La asistencia diaria al colegio
está pendiente, aún así en el tiempo de
descanso preparo las tareas, leo los
pocos libros a los cuales me es posible acceder. Aún pienso en los otros
estudios, como el de comercio y así adquirir mi propio espacio para un negocio,
y ser un negociante preparado en la
región.
Me dicen que a los que ha salido les ha ido bastante
bien, aunque no es mi deseo alejarme del
pueblo, sería necesario prosperar en la
vida. Armando grita algún conocido, ¿aún
tienes pescado fresco?, si le, contesto ¿cuánto
compras?
La vida en la playa es dura, eso no
significa perder los sueños. Con mis quince años las oportunidades están a la
vuelta de la esquina. Descanso a la
noche hasta que el sol apure el despertar. Mi padre también ha sido un gran
pescador, quien me fue enseñando estos andares, el por su edad descansa en la loncha, a
veces aquejado por los dolores de la vida.
Nuevamente me visto, tomo la merienda
enriquecida con trigo, miel, leche y pan. Abro la puerta, y trato de conseguir
en el puesto, los mejores pescados frescos.
Entre venta y venta; leo un
libro y anhelo sueños reales.
Algunos domingos, navego en el mar,
tratando de ser un buen velero y conocer los secretos del mar. Son muchos los
turistas que gustan de viajar en las embarcaciones. Los mares traen nuevos
vientos y noticias dulces.
Mi piel tostada, ciertas magulladuras
muestran cansancio y malestar, no aún
así me agrada el pueblo y su mar. El
mismo mar, que mañana me conduciría a una existencia más renovada, un ambiente
con más alegrías.
El
té
A
menudo surgen ciertos problemillas familiares. Ese día Angélica debía enviar un
mensaje de suma importancia, con la intención de aligerar las inciertas dificultades.
El número relativamente fácil, termina con la confusión del digito correcto,
intenta que recado llegue a su destino.
El
teléfono sueña ligeramente, al otro lado de la región geográfica, Tomas lee los
envíos misteriosos. Con cierto recaudo, se comunica, con la persona
desconocida. ¿Quién pensaría en las vueltas de la vida?, Angélica contesta el
aparato, apuradamente se disculpa por el error de la comunicación.
Es
una dulce voz, melodiosa como una tierna canción, las fructíferas
comunicaciones se extienden a días y horas. Con sutileza florece una amistad,
aunque las situaciones son diferentes por el estilo de vida que a cada uno le
cabía existir.
Con
el tiempo, ella insiste en invitarle a las tarde de te e intensas pláticas.
Tomás, debido a su arduo trabajo, con frecuencia cansado estaba en los tiempos
de la merienda, matizada con algún manjar, preparado en la cocina por las
doncellas.
Tomás
reposa con cierto hastió, ella se concentra en el delicioso te caliente. Con
elegancia sutil, espera alargar las prosperas conversaciones.
La
vida de él, con escasos tonos alegres, más el esfuerzo en tiempo y fuerza,
luchar por ese negocio, que significaría mayor bienestar para su bonita
familia.
Los
añejos recuerdos, experiencias tristes, quizá aumentaban su miedo al amor y
abrirse a una comunicación profunda y duradera con Angélica.
Las
tardes significaban, de tanto en tanto compartir solo el té, la vida acompañaba
de felicidad debía esperar por un tiempo indefinido. Angélica insistía con la
elegancia, la compañía y el apoyo a ese entrañable amigo de amor oculto.
El
teléfono sueña, a otro lado nadie contesta aún. El atardecer, con la mesita de
té, espera. Tomás regresaría pronto.
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