UN VERANO EN CARTAGENA
Celia, saboreando ese dulce brebaje de un té caliente… y a su vez,
aspirando ese aroma agridulce del mismo, ése dulzor me envolvía y a su vez me transportaba aquellos días remotos, dé sol y
playa, que compartí con mi amigo de la universidad Andrés Casi limas……Como no
olvidar a la hermosa ciudad de Cartagena de Indias, la heroica y señorial, como
la llaman muchos de sus coterráneos. Y en ese preciso momento, en su mente tomaba vida
de nuevo los recuerdos de aquellos días de sol, viento salado y mar.
El gris de la tarde se iba acentuando
poco a poco. Invitaba a escuchar música
suave, a tomarme de nuevo otro te.
Celia, encendía luces, acomodaba cojines en
los sillones... Sí, era la hora justa para servirse un té… ¿de durazno? Ah, ese
aroma de días cálidos, de pulpa jugosa…
Se encaminó a la cocina breve y puso el
agua a hervir, abrió una nueva caja de
infusiones, ahí estaba el de durazno…
¡cómo huele! , huele a gloria….ah….
En cuestión de minutos estaría
saboreando la dulzura… con la memoria de
otros días, los soleados, valles verdes de las sabanas costeñas, las
blanquecinas arenas de sus playas, distantes de esta frialdad citadina de la
capital.
Celia aspiro hacia dentro y por sus fosas nasales, penetro al
instante una estela de vapor de té, hasta llegar a sus pulmones….ah, ese aroma
agridulce, ése dulzor de la fruta del melocotón, que delicia, durazno….durazno…
Ella, con
la taza de té en la mano, sé dirigió a la ventana. Empezaba llover…las gotas
tintineaban en los cristales, hasta hacerlos vibrar y un aire frio, muy, pero muy
sutilmente, empezó a colarse por los resquicios de los postillos, de la misma fragancia de la aromática, en un instante, lleno el
ambiente. Y contemplando, aquel paisaje lúgubre y frio de la ciudad gris,
producto de las oscuras nubes, cuando de repente…
Rin, rin, rin del teléfono, la despertó
al instante de ese letargo. Su cerebro reacciono emitiendo un corrientoso que bajo desde sus neuronas y se condujo por
su sistema nervioso, bajando por su brazo derecho hasta su mano, dónde tenia
soportado por su asa, él pequeño pocillo de té.
Y de un sopetón, su mano se impulsó
hacia arriba en forma abrupta, hasta hacer derramar, tan preciado líquido. Hay
jue…madre, me queme, exclamó a todo volumen, Celia y presurosa
y al paso, depósito, en pequeño pocillo, sobre la consola donde se hallaba el
teléfono y al instante, procedió a
levantar la bocina y contestar.
-alo, alo, buenos días, con quien
hablo…
-hola, hermosa colega, soy yo, del otro
lado de la línea contesto Andrés Casilimas.-
-que más, manito, amigo mío,
colega, a qué debo el milagrito-profirió
Celia.
-tiempos que no te oía, que cuentas de tu vida Andrés -profirió de nuevo
Celia-
-pues ,que te
cuento hermosa, seguimos restaurando casas viejas, esas que a ti te gustan,
llenas de historias y de fantasmas…..ja, ja, ja, ja… como te parece ,para no perder la
costumbre.- ingirió Andrés –
- ja ,ja ,ja - del otro lado de la
línea soltó la carcajeada Celia, producto de esa risa contagiosa de su colega.-
Se produjo un instante de silencio y se
cesaron las sonrisas.-
-Celia contesto-claro que me acuerdo y
te cuento que unos instantes antes de la llamada, estaba pensando en ello, cómo
te parece, te llame con mi pensamiento.-
- Y si Andrés colega, claro que te
acepto la invitación con mucho gusto, a ver si de una vez me sacas de esa
depra…-profirió de nuevo Celia-
-Entonces, hermosa, té recojo a las 8
pm en tu casa, prepara las maletas, yo pongo los pasajes que nos llevaran desde
la ciudad de México, rumbo a la hermosa y paradisiaca ciudad de Cartagena.-
ingirió Andrés-
- Bueno, bueno mi cuate, estaré lista a
8 pm, te me cuidas, un abrazo-contesto Celia.-
El avión, líneas aéreas azteca,
aterrizó en el aeropuerto de Cartagena, al despuntar el día, de ese fin de
semana.
Tomamos nuestro equipaje de la banda y
llamamos los servicios de un maletero, quién nos condujo con su cochecito
cargado, hasta la zona de los taxis urbanos.
Tomamos un taxi, qué nos condujo
directamente al Hotel, llamado Caribe y mar.
Más, cual sería nuestra sorpresa, al
llegar a nuestro destino
Nos encontramos de nuevo, con una casona de dos pisos, de balcones
resguardados por enrejados sinuosos, con ramajes entreverados… La exuberancia
del trópico. Cartagena, por fin.
Al entrar al recinto, Celia y Andrés intercambiaron miradas. Ya habían estado aquí,
¿verdad? Ambos recordaron esa historia, sin mediar palabra. Don Jairo y su
esposa Mirna los recibieron en esa casa años atrás.
Él, estruendoso en su andar, en
palabras y en risas, los atendió con diligencia. Su esposa los
acompañaba con una sonrisa inalterable en su rostro. Hablaba lo indispensable,
tenía a punto lo que pudieran necesitar los visitantes.
Andrés, el profirió estas palabras al
viento
-Aún
se conserva la casona, su estilo arquitectónico colonial, dé origen español.
Aún veo intactos su balcón, con sus bolillos torneados, sus canes y su
entablado de madera de su piso. Su alero en teja de barro, qué cubre ampliamente
toda su fachada, pintada en cal y canto, con su zócalo verde marino
La exuberancia del trópico. Cartagena,
por fin y esa sensación que despierta en las almas, cuándo se llega a un lugar,
en donde vuelven a tomar vida, los bellos recuerdos.
Ellos, se les había quedado grabado en
sus momerías,
Él estruendoso meneo en su andar, el
típico sabor caribello que tiene las negras en su andar, moviendo sus caderas,
como si estuvieran bailando una cumbia.
Su jerga especial, de sus palabras y sonrisas, risas que algunas
veces terminaban en risotadas y la rápida disposición para atenderlos con diligencia. -Celia, replico Andrés-
-esta, no era la casa de Jairo,
pescador de oficio, ése des complicado y alegre costeño…ha y su esposa Mina,
qué tenía un niñito, que oíamos llorar bastante, pero nunca, nos lo dejaron
ver.
-Celia
contesto- claro que si Andrés, ya lo recuerdo, está es la misma casona y
si me acuerdo, dé esa negra, palanquera de oficio y de su, marido el pescadores negro y jocoso, sí se suponían que
tenían un niño, qué nunca no
los dejaron ver.-
-Profirió Andrés-
-tienes toda la razón mi Celia, que
sería de la vida de ellos, lo que estamos observando ante nuestros ojos, Es que
su casa actualmente es un hotel, llamado Caribe y Mar.
Ahora esa casa era un hotel. ¿Qué habrá sido
de los antiguos propietarios? –pensó para sus adentros Celia
El bichito del misterio, picó sus
intelectos y ambos se dispusieron a dirigirse, a la recesión y al unisonó en
primera instancia le preguntaron a la administradora, si sabía algo de los
antiguos dueños de tan particular casona y su respuesta no tardó en llegar, fue
un no rotundo.
Preguntaron a los empleados de
recepción, pero sólo conocían al dueño actual y a nadie más.
Subieron a sus habitaciones, a
reacomodar pertenencias y a descansar para emprender actividades del día
siguiente. Celia abrió la ventana balcón.
Aires salados levantaron la cortina, ondulándola a su antojo. Aspiró
profundamente ese mar llevado por el viento y se dirigió a la cama, dejando
abierta la ventana.
De pronto el sonido del teléfono
interrumpió sus ensueños. Andrés como buen Arquitecto restaurador de
patrimonios y buscador perenne de
hallazgos, de tesoros escondidos en inmuebles de antaño, de historias guardadas
en los muros. . Sintió por primera vez en
su vida la impotencia de no entender en ese preciso momento, que había sucedido
con los antiguos moradores de la casona.
El sueño llegó rápido. El mar cercano murmuraba lento y
constante, mecía sus sueños. Inmerso en ellos surgió de pronto otro rumor:
el llanto cansado de un niño, un llanto que iba y venía… El sonido se fue
haciendo más claro dejando el sueño atrás. Despertaron del todo. ¿Era cierto lo
que escuchaban?
Celia y Andrés salieron de sus
habitaciones, aturdidos y alarmados por tal indiferencia.
Celia, amiga mía, escuchas ese llanto
de un niño o es una niña, a lo cual Celia profirió,-tú también lo escuchasteis,
pensaba yo que era un sueño o imaginación mía.
Andrés le contesto-no mujer, es
efectivamente el llanto de un niño, que indolencia carajo, dejando sentir su
rabia desahogada sobre un periódico recogido, qué descargo fuertemente sobre la
baranda del corredor ,produciendo un fuerte pum….,que interrumpió parcialmente
el silencio de la noche.
Es que no hay en este hotel, La persona idónea
que llame a sus padres, para que reprenda a esos padres irresponsables e hijo
de su amada madre…
A lo cual Celia profirió-si verdad, que
indolencia verdad, qué desconsideración con ese niñito, padres desnaturalizado
y, también, que falta de respecto con nosotros los turista.
¿Dejar llorar así a un niño? Entonces
ambos en ese preciso momento tomaron la determinación de dirigirse a recepción,
para denunciar semejante abandono.
¿No ha escuchado llorar a un niño?
-Preguntaron al unísono al empleado de
turno.-
- No,-
-¿de qué hablan?-
- De un niño que llora incesantemente,-
- ¿acaso sus padres no están en la
habitación? –
-Aquí no está hospedado ningún niño,
señores.-
Con expresión displicente les dio las
buenas noches y dejó el mostrador, dando por terminada la conversación.
Entonces, en ese preciso momento no
nos quedó más remedio que volver a sus
habitaciones.
-¿Oíste lo mismo que yo? –
-Preguntó Andrés a Celia.-
- Sí, lo mismo, es más, ese llanto
triste me despertó de un sueño profundo. Ah…-
- ¿un sueño, quizás?-
- ¿Soñamos lo mismo? ¡Por Dios!-
En sus cuartos, instalados de nuevo,
procuraron dormir, el día siguiente prometía actividad, atención prolongada…
pero los ruidos continuaban… ahora se sumaban al llanto del niño, golpes de
puertas cerradas bruscamente, gritos de un hombre, impaciente, casi violento. Y
al impulso de esa voz dominante, el
llanto empezó a decrecer… hasta desaparecer…
Fue entonces que Andrés decidió salir de nuevo al pasillo. Esto fue suficiente para que los ruidos
empezaran otra vez. Allá, al término del
piso, detrás de la última puerta, de ahí provenían los ruidos. Se dirigió
rápidamente hacia allá, pero al llegar,
el silencio se instaló de nuevo.
Recordó de pronto su estancia con los
antiguos dueños, la noche pasada allí.
Estaban en el mismo piso, y esa habitación fue la única que no fue mostrada.
Volvió a su mente la luz que se filtraba por la puerta, una luz tenue…y un cuchicheo indescifrable
que engañaba al oído… ¿una canción de cuna? Curiosamente nunca comentó este
hecho con Celia.
Se devolvió sobre sus pasos, pero en lugar
de entrar a su cuarto, siguió de largo y bajó las escaleras para tomar asiento
en el vestíbulo vacío. Necesitaba tranquilidad, necesitaba aclarar su mente,
sus recuerdos.
Descubrió que no estaba solo.
Desparramado en un sillón, disfrutando las volutas de su cigarrillo, se
encontraba el detective Ulises, antiguo asistente suyo en investigaciones
misterios, en casos espéciales cómo, avistamientos de espíritus, crímenes
pasionales o procesos que habían quedado en la impunidad.
Que carajos hace este detective en este
hotel, no vacilo un segundo Andrés en dirigirse a su encuentro.
Para hacerle las preguntas del caso.
-buenas noches-profirió Andrés-
Buenas las tenga usted-contesto el
detective-
-en que le puedo servir, perdón con
quien tengo el gusto de hablar-
Así, perdón, mi nombre es Andrés casi
limas, ya nos habíamos conocido antes, No se acuerdo usted-
-el detective profirió-mirándolo muy
detenidamente, logró ver las facciones del rostro de Andrés y entonces en forma
expresiva, respondió- a si claro, ya me acuerdo-hace aproximadamente 10 años
atrás-como pasa el tiempo.
En el rostro de Andrés se dibujó una
sonrisa de complacencia y entonces le pregunto en forma angustiosa, al
detective-
No escucho usted el llanto constante de
un niñito-
-el detective contesto, sí, si….Lo
escucho, buen hombre no se preocupe, eso tiene su explicación y su buena
explicación.-
Pero por favor tome usted asiento,
haciendo con su mano el gesto de extenderla invitándolo a tomar descanso.
¡No puedo creerlo, amigo! No cabe duda
de que existe la Divina Providencia, saludó Andrés. Un resoplido fue la única
respuesta, pero la carcajada inmediata los unió en un abrazo afectuoso.
¿Los turistas empiezan temprano? ,
exclamó el detective. Andrés lo pone al tanto de eventos y circunstancias que
lo tienen insomne. ¡Vaya, pues! ¿Acaso no sabe la historia? Andrés no responde.
Ulises se endereza en el sillón y
enciende otro cigarro. Aquí vivía una
familia. Sí, la conocí, dice Andrés. ¿También sabía que tuvieron un niño
deforme? .Sin esperar la respuesta,
continúa. Nadie lo conoció, pero la
servidumbre escuchaba cosas, ruidos donde no debería haber nadie.
Un día, la esposa se fue de casa. Él
abandonó los negocios, se recluyó a piedra y lodo, abriendo la puerta
únicamente al proveedor de licores. Así pasó el tiempo, haciéndonos olvidar que
existía… hasta que un olor fétido fue el aviso de que algo terrible había
ocurrido.
Lo encontraron colgado en una
habitación del segundo piso, la última.
Lo perturbador fue encontrar el esqueleto de un niño acostado en su
cuna. Dicen los que lo vieron que el
esqueleto era extraño, pero no hubo manera de que explicaran más.
Los enterraron juntos. La madre no regresó más.
Guardaron silencio, Andrés pensaba en
cuanto tendría que contar a Celia.
Los amigos se despidieron para
encontrarse dentro de pocas horas. El amanecer estaba próximo.
Andrés subió a su habitación, pero se encaminó a la última del pasillo…
ahí, donde el llanto continuaba. Se
arrimó a la puerta y lentamente empezó a murmurar una canción de cuna…
Cabizbajo y meditabundo, cuál sonámbulo
nocturno, sé encamino a la alcoba donde se hallaba, durmiendo su amiga Celia,
no cesaba de cantar, esa canción de cuna, en su pensamiento se colmaban mil y
un pensamiento de recuerdos afables vividos, con aquella familia jocosa
costeña.
Ton, ton, ton, en forma abrupta y
fuerte toco a la puerta
Una voz fuerte replico dese adentro-ya
va, manito….
-profirió Celia-expectante y asustada,
pues temía que algo terrible, esa noche había ocurrido y en ese instante supuso
que el que golpeaba en forma insistente y fuerte, fuese el administrador del
hotel, en compañía de la autoridad competente.
Más cuál sería su sorpresa al abrir la
puerta de su recamara y al encontrarse con la cara transfigurada, de su amigo
Andrés.
-ándale, Andrés, dime que paso….hombre.
Andrés no cesaba de cantar, esa canción
de cuna.-
Celia lo tomo entre sus brazos y lo
condujo hacia su lecho.
Él se dejó conducir cual niño y
sentados en el borde de su cama, La miro
a sus negros ojos y sus ojos se colmaron de llantos y entre voz entrecortado le
confeso la terrible verdad del caso trágico que había acabado con las vidas del
dueño de la casona y su deforme hijo, La cual le había debelado unos segundos atrás el detective Ulises
segura.
Esa noche de verano, Celia se quedó
acariciando los cabellos grises de su amigo Andrés, consintiéndolo, como una
madre consiente a su amado hijo, después de una reprimenda, hasta las horas del
amanecer. Cómo si aquel pequeño niñito, se hubiese reencarnado en el.
Celia pensaba para sus adentros… ahí
mis viejos recuerdos, ahí mis amigos…que triste desenlace.
Omar W. Casilimas Mejía
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