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lunes, 2 de septiembre de 2013

Alumna: Yolanda Carrillo. Pais: México. ( Nivel Intermedio)

EL CAMINITO DEL CERRO


Es invierno en ese pueblo frio,  conformado por cerros,   caminos torcidos,  casitas salpicadas aquí y allá.
 Sus habitantes se recogen al anochecer y la quietud se va haciendo grande.  La madre y la niña salen a veces,  con gozo anticipado,  a visitar vecinas,  a jugar loterías,  a contar y a oír historias. 
 Esa noche casi no hay ruidos,  apenas el rumor de piedrecillas que algún animal nocturno ha movido de su sitio.  Luces fijas y otras parpadeantes en el cielo.  El aliento nuevo de la noche.
Toman la vereda que a está a espaldas de la casa,  la ascienden poco a poco,  sin prisas.  Al borde del camino se asienta una barda de obra.  Hay alguien allí.  Una figura frágil,  vestida con falda y blusa ligera,  fuma,  con su rostro escondido en las tinieblas.  Sólo las volutas indolentes denotan movimiento.
 La niña,  seguida de la madre,  hace sus pisadas más suaves.  No quiere que la mujer sentada tenga miedo.  Después de todo,  se encuentra de espaldas a la senda oscura.  La niña saluda, y la figura convocada gira lentamente.  Su cabeza primero,  el torso,  casi nada.
Los ojos se encuentran y es entonces que la mujer sonríe,  con dientes fríos y opacos.  Y así permanece,  así  queda.  La sonrisa captura a la niña,  la inmoviliza... luego suspira.  El hechizo se ha roto.  Después avanza,  seguida de la madre.
 Ésta se pregunta a quién habrá saludado la niña...  o tal vez ella no pronunció palabra alguna... y sólo escuchó el rumor de voces lejanas,  dulces... traídas por el aire nocturno.... Porque ahí, en  el  camino...  no había nadie.


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